Recuerdo los viajes sin retorno que no eran medibles en trayecto, esos cortos pero palpitantes momentos como turista frecuente que amante a la nicotina disfrutaba de tu sonrisa mientras que inquietamente desnudaba tu alma y sanaba tus cicatrices con susurros al oído hasta en el vagon de un tren, sin vacilar dando suaves caricias a lo largo y ancho de tu cuerpo como un poeta a una hoja de papel; tan solo un turista que cansado de viajar sin rumbo fijo paso a trazar una vida a tu lado.

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