Aquel invierno me lo pasé leyendo a Mari Junggstedt, con ella recorrí la maravillosa isla de Gotland. Caí rendida ante la ciudad medieval de Visby, paseé por el hermoso camino que bordea el mar, me fotografié con las ovejas que parapetan las entradas a la ciudad amurallada. Cuando me di cuenta, al caer la noche, estaba en el Donners Brasserie tomando un margarita con Johan el reportero de todas sus novelas.

Al ir a dormir, pensé que no había un lugar más bonito en el mundo.

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