Como quien gasta una vida deambulando por las aceras. Yo perdí el pelo mientras la calle me observaba desde los primeros pasos hasta que me fui de mi ciudad natal. Un nido es allí donde te crías y aquel al que vuelves cuando te cuestionas donde tendrías tu propia semilla.

En mi caso, la casa familiar reside en la calle Olivo de una población llamada Ciudad Real. Es una vía cualquiera que va desde casi el centro hasta un gran parque en lo que en el pasado eran las afueras. Digo eran porque ni lo que era la era donde se trabajaban las cosechas es lo que era ni nunca volverá a serlo.

Aquello que tenía campo, ahora es cuanto menos urbano y de vez en cuando intercalan algo de verde diseminado entre los pajizos tonos de mi tierra. Color rojizo viste debajo de las capas abrasadas (que no quemadas) de hojas que durante una semana fueron verdes, o quizás sea por la sangre de las víctimas que el sol deja allí por donde campa a sus anchas haciendo que el infierno alcance la meseta y sea cuna del mal en el mundo a 628 metros.

Don Quijote no vivía aquí, porque no asistió a mi escuela. Eso tampoco me preocupa pues en el Carlos Eraña teníamos la suerte de estudiar en un antiguo casino. Puedes llamarlo deformación profesional o desafortunada casualidad. Pero al que no le fue bien en los estudios no le iba del todo mal en las mesas de cartas… o presidiendo una mesa electoral allí donde te juraste no volver al empezar el instituto.

Debe de ser aquello de las prácticas y las horas de vuelo. Porque desde el parvulario hasta que tuvimos la desgracia de conocer a la ESO la generación del 83. Tiempo echamos en aquel maldito colegio.

La distancia del cole a casa… eran digamos unos doscientos noventa y cinco pasos cuando tenías cinco años y un metro menos… a unos ciento quince cuando ibas corriendo temerariamente cuando a los dieciocho se aproximaba aceleradamente el toque de queda.

Una vez me vieron volar… pero como no tenían claro lo de diferenciar el punto de partida y el de llegada, ni tenían imágenes que lo atestiguaran. El juez sobreestimó el caso por falta de pruebas que sostuvieran la demanda y me dijo…

  • -Oye chaval… todos sabemos qué haces atletismo. Conocemos a tu tío Ayala.

En verdad su primer apellido era Pérez. Pero debe de ser que los buenos delincuentes son conocidos por algo más que el orden de las palabras. Ayala digamos que era el mote del mejor entrenador que haya tenido toda la región. Y a pesar de que ya no está con nosotros… llevó sus enseñanzas de la vida escritas a modo mantra de superación.

En fin como iba diciendo… olivos hay infinidad, sobre todo si bajas en coche de Madrid buscando una ruta de escape que te lleve a la playa, te vas a encontrar tres cosas en la mancha. Olivos, vides o nada. En definición nunca te puedes defraudar de un sitio así, pero tampoco puedes fardar demasiado explicando las excelentes cualidades del lugar donde procedes.

Volveré a mi calle que es lo que nos atañe y algo de las cosas por las que se merece visitar una ciudad tan insigne.

Cosas buenas:

Tiene sombra todo el día salvo esa dañina hora donde llegan las doce del mediodía y el asfalto crepita cual sartén al rojo vivo. En ese momento no hay sombra ni el alma de un mendigo, cosa que no ocurre donde habitan en sendos polos… (Que tampoco son demasiados como para considerarlos una amenaza, porque básicamente son científicos que les encanta correr desnudos por la nieve cuando nadie les ve.)

Es cierto que no sucede como en las grandes avenidas de Madrid donde hay un lado con y otro con envidia… mi calle es totalmente ecuánime otorgando un homogéneo descanso del agobiante sol a ambas aceras. Siempre he pensado que era una vía bisexual a pesar de ser de un solo sentido.

En cambio después de años de posibilidades me decanté por la versión… edificios de tres-cuatro plantas sin más de diez metros entre las fachadas opuestas suelen crear un pasadizo protegido que en la naturaleza se podría ser un cañón, que supongo llamaron olivo por aquello de la paz y la paloma en vez del arma con tal estruendo.

Además llegados aquí, qué demonios!

Hay que quemar la pólvora, le dará muchos positivos y levantara controversia.

Nosotros… esa arteria del barrio de la morería, con su casino-colegio y UGT, los que acabamos en el parque del Gasset (junto a su enorme rotonda fuente de la que nunca salía agua porque nos pasamos diez años de sequía por la mala gestión del acuífero 29) y que empezamos al principio del todo donde el creador Alfonso X el sabio (que muy listo no sería si veraneaba en medio de la basta castilla la nuevo, (en aquel entonces debería ser como el Benidorm de los 80’s)) )inscribió la real villa que culminaría como Ciudad Real.

Fuimos los primeros en tener Mercadona en la provincia.!!!

Ahí lo he dicho… y queda constancia.

Sé que acabo de reunir a muchos enemigos causados por algo que corroe hasta el mineral más duro.

Lo se… pero es que ni sois culipardos (que no puedo explicar en menos de cien palabras el origen de nuestro gentilicio), ni habéis tenido la oportunidad de ser una de las paradas del primer ave que une Madrid con Sevilla.

¿Posibilidades?

Todas, como ya dije no os podéis defraudar… no hay nada, pero a la vez lo hay todo, incluso silencio, estrellas en el ocaso, buena comida, bebida y clima extraseco. Agua… haberla haila, pero es como los ojos del Guadiana. Se esconde cuando quiere y si tienes sed.

Compra una botella, del grifo sapos y culebras.

Espero que os guste mi calle.

Cosas malas:

No tiene o al menos durante todos estos años todavía no las he encontrado.

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