Una de esas tardes que me senté a pensar seriamente en mi situación… Mi entonces esposo me había anunciado que todo había terminado entre nosotros… Me sentía devastada, salí a la calle a caminar, tratando de que el viento se llevará los sentimientos que tenía de miedo y desolación.
Fue entonces que vi caminando como siempre a aquel señor ya entrado en años que venía hacia mi, como siempre empujando su carretón de cartón, yo no tenía ánimos de nada, sin embargo, él se aproximó lentamente y se sentó a mi lado… Yo ni siquiera me moví… Fue entonces que me extendió un papel limpio y me lo dio, me pregunto:
-¿Por qué llora?
Mis lágrimas siguieron corriendo y solo atine a levantar los hombros
-he visto muchas veces que camina con un hombre alto y antes la veía contenta de su mano, pero ahora solo veo tristeza en su cara cada que va con él, él ya no le toma de la mano, ya no le sonríe…
-Yo no aguante más le dije que era mi esposo, él me ha pedido el divorcio, dice que se ha enamorado de otra mujer..
El hombre solo movió su cabeza con pesar y mirando a la distancia me comentó
– No lloré más… Trate de continuar con su vida, que él la vea feliz y capaz de continuar su vida… Sabe usted? Hace muchos años yo hice lo mismo, abandone a mi mujer a mis hijos (guardo silencio por un momento) Tenía una casita con un pequeño jardín, no era rico, pero tenía todo lo que cualquier hombre desearía, una mujer que me esperaba amorosa, unos hijos que corrían a mi encuentro… Entonces no sabía que era un hombre afortunado…
(Yo deje de llorar y escuchaba sus palabras…)
– Un día conocí a una mujer que siempre me escuchaba y siempre reía con mis bromas, ¡siempre estaba contenta! creí que ella era el amor convertido en mujer; que equivocado estaba… Deje todo, mi esposa lloró y me suplicó que me quedará pero insistí en que ya no la amaba y me fui… Al pasar de 2 años, ya había perdido el trabajo, esa mujer… esa mujer… Se fue con otro que igual que yo pensó que ella era perfecta
Ya no pude regresar a mi casa al lado de mi mujer, vi crecer a mis hijos a la distancia, mi mujer dejo de llorar, se puso re chula! y yo comencé a vivir en la calle, mi cabello creció me llene de mugre y empece a ser invisible, e visto pasar a mis hijos a mi lado y no me reconocen
¿Con que cara he de buscar su perdón si ni yo mismo me perdono?…
Él se levanto y me tocó el hombro, diciendo
-Sonría, aunque por dentro sienta que se rompe sus hijos se lo han de agradecer en algún momento…
Seguí mi vida como Dios me dio a entender y cada mañana al pasar por la calle lo veía a lo lejos y siempre con una sonrisa le saludaba, ese día cambio por completo mi perspectiva por ese hombre…
Un día al pasar por la misma calle de siempre vi una ambulancia, estaban atendiendo a ese señor, había muchas otras personas cerca del lugar, vi como se lo llevaron, escuche que algunos decían que estaba muy enfermo, que nadie sabía nada de su familia y no había a donde avisar nada sobre él…
Después de unos meses le volví a ver sentado sobre esa misma calle con la mirada perdida y al cruzar por su lado le pregunté como se sentía… Me contestó
-¡Aun no me perdono tantas cosas!, pero me da gusto verla que pasa todos los días contenta y brindándome un saludo… Dígame, ¿que pasó con su esposo?
-Aquella mujer que decía amar tanto, lo engaño, ahora vive solo, no ha perdido su trabajo, ahora mis hijos aunque le han perdonado no lo quieren cerca de ellos…
-¿Él ya se perdonó?
-No lo sé…
-Créame, ese hombre no es feliz, lo he visto estacionado frente al jardín de su casa por horas sin atreverse a bajar a tocar a la puerta… Nunca falla… Es más fácil perdonar a otros que perdonarse uno mismo.
Tengo una semana pasando por esa misma calle y ya no lo he visto… Vi como tiraron su improvisada casa… vi como lavaron la vereda, hoy no queda rastro de aquel hombre, no sé su nombre, nunca me lo dijo… siempre que le pregunté solo decía
-Mi nombre es uno de tantos que se va a tragar el olvido.
Nunca supe su nombre, pero si se que si bien su nombre se lo devoro el olvido, sus palabras siempre me van a acompañar, pues hoy cada que veo a mi ex esposo, veo en su rostro la infelicidad, veo la falta de perdón a si mismo y el desapego de mis hijos hacía él… Nadie me había dado palabras tan sentidas y de tan del fondo de su alma, todas y cada una de ellas ciertas en su totalidad.
No sé si algún día mi ex esposo se atreva a acercarse sin bajar la mirada ante sus hijos, pues de todo lo que vivimos no queda nada, salvo las palabras de aquel hombre que dijo, lo veo horas parado frente a su jardín sin atreverse a dar paso para buscar un perdón que solo él se puede dar…
Me pregunto ¿cuántos hombres que deambulan por esas calles, aturdidos en alcohol, con la mirada perdida en la distancia han llegado a eso por no perdonarse a si mismos?… ¿Cuántos más en la soledad de su casa o coche sin atreverse a dar ese paso para salir de su propio infierno?
Creo que sin las palabras de aquel hombre no hubiera logrado enfrentar que desde ese momento tendría que luchar sola, pero nunca en soledad, con la idea de que
pude haber hecho más y que lo que él me dijo me saco del infierno.
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