Reflexión de una tarde eterna

Reflexión de una tarde eterna

Lázaro González

13/01/2017

Y qué pequeño es ese arrogante espacio que creamos, donde somos autócratas en los sentimientos, donde vive el egoísmo de lo mezquino que entregamos y pedimos como si de un sacrificio se tratara, donde vamos regando nuestra frágil semilla en la búsqueda de un ser llamado alma gemela, que no es mas que una utopía creada por nuestro consciente inconsciente que solo busca un protector para esta frágil alma nuestra. Despertar un día con la conciencia que nuestras pérdidas son el fruto del gran esfuerzo que se hizo para no cumplir con las promesas hechas, con la falta de tesón en una empresa que puso mucha buena intención pero poco material efectivo. Qué vamos a pedir cuando la realidad de la vida cobre nuestras faltas; nuestra inconsistencia, nuestros miedos que coartan una y otra vez las buenas intenciones. O egoísmo insaciable y tan humano, incorruptible corruptibilidad que acompaña actos mezquinos llenos de desinteresados deseos de tenerlo todo.

Andar por caminos solitarios llenos de multitudes que cruzan pero solo son escogidos por nuestra individualidad, medidos a nuestro acomodo, y cernidos por ese cedazo que el largo camino de nuestra corta existencia ha ido creando día a día, hora a hora, vivencia a vivencia.

Alma que vaga sola fecunda de intenciones, y permanente y constante en esa muchas veces infructífera búsqueda de un sino totalmente desconocido, un norte con brújula rota,
Querer crecer en esta bruma de eterna soledad, avanzar en este amplio e indescriptible todo que abarca la inmensidad sin límites de nuestra pequeña alma, cosmovisión minúscula dirigida por pequeños intereses de grandes empresas no construidas,

Llegar y mirar desde lo alto, ese pasado construido palmo a palmo, con la lentitud pasmosa de la rapidez de una corta vida, un instante en la eternidad de la creación, un lapso comprendido en un nacer y un yacer, breve espacio en el que se forja la individual novela de nuestro corto paso por este microcosmos llamado vida, tiempo en el que se forjan sueños, temores, deseos, y dejamos un gran legado que no sobrevive mas allá de pocas generaciones, y cualquier cosa posterior solo es una vida ajena y muy lejana que será importante quizá acaso para llenar algún cuaderno de historia, incontables vidas que a lado y lado construyen ese abismo sobre el cual ahora me detengo, para mirarlo sin saber en qué momento terminará mi construcción. Nacer, yacer, que simplista descripción, pero tan exacta que me es difícil rebatir. Nacer yacer… lo que hay en medio es lo que importa… importa a cada cual, cada vida, cada alma ha de responder ante sí, por lo construido en el lapso comprendido entre esos dos muy individuales momentos a los cuales no ha podido mortal alguno escapar.

Lázaro Segundo González Grajales

proyecto250@hotmail.com

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