A cada instante que pasaba por aquel lugar se me erizaban los bigotes, no pasaba nunca de noche, siempre de día y sin embargo me daba terror de solo pensar que una persona cayera en manos de los bandoleros que pululaban por los alrededores.
En cierta oportunidad, a plena luz del día, pudo observar con horror como un grupo de muchachos de la calle rodeaban un señor entrado en años y como llevaba algunas bolsas de comida, sin compasión se las fueron quitando y el señor gritaba y nadie lo podìa ayudar.
Había un grupo de personas más numeroso que el de los delincuentes-niños, los cuales estaban sumamente sucios, con ropas desvencijadas y rotas, habían entre ellos algunas niñas, ninguno pasaba de 10 años de edad.
Ninguna de esas personas que observaban trataban de acercarse, por lo contrario se alejaban con terror del alboroto, de los gritos del pobre señor.
Cuando le arrancaron la última de las bolsas, comenzaron por la ropa, le destrozaron la camisa y quedó sin ella, luego siguieron por los pantalones los cuales rompieron con inaudita saña y en un jalón que le dieron el señor cayó al suelo y le arrancaron los zapatos.
Luego lo cayeron a patadas y golpes y el señor comenzó a sangrar copiosamente, en eso se oyó el ulular de una sirena y era la policía que llegaba.
En un santiamén desaparecieron los delincuentes y sólo quedó el señor tendido en el suelo.
Los policías lo examinaron y comenzaron a llamar por radio una ambulancia, mientras tanto el señor seguía tirado en el suelo, algunas personas se acercaron a ver que podían hacer por él y aunque parecía que estaba vivo, de su boca no se escapaba un solo sonido.
Al llegar la ambulancia montaron el pobre señor semidesnudo en la camilla y se lo llevaron corriendo hasta el vehículo que estaba estacionado a pocos pasos del incidente. El mismo aceleró su motor y salió disparado con su carga humana, no sabían ni para donde se fueron.
Luego los policías se montaron en su patrulla y se alejaron apresuradamente, sin preguntar nada a nadie, quizás ya ellos sabían lo que estaba pasando allí.
Exactamente habían transcurrido 10 minutos desde que le quitaron al señor la primera bolsa, todo esto había ocurrido en tan poco espacio de tiempo y todo había vuelto a la normalidad, solo quedaban algunas personas comentando lo sucedido y se fueron retirando del lugar de los acontecimentos, de tal manera que cualquier persona que pasara por alli en ese momento no podía imaginarse lo que había pasado.
De repente un grito de una mujer rasgó la poca tranquilidad del lugar y se vió un niño corriendo a toda velocidad con algo en la mano, el niño estaba sucio y con las ropas rotas y me pareció uno de los que hacía un instante habían robado al señor.
Al instante unos jóvenes se lanzaron en persecución del niño que lo que llevaba en las manos era un celular de última generación que lo había arrebatado a la dama que lo lucía llamando a quien sabe quien en aquel lugatr tan peligroso.
Aquel muchacho era un atleta, corría sin parar sorteando todos los obstáculos que trataban de atravesarle los que veían que lo estaban persiguiendo a los gritos de: agárralo, agárralo, minetras la dueña del teléfono gritaba y lloraba sin parar.
Los que lo venían persiguiendo se quedaron atrás en pocos segundos, yo creo que si ese muchacho se anotara en los cien metros planos no había quien lo superara y sería el ganador absoluto por mucho margen de ventaja.
Así como los perseguidores habían partido detrás del niño-ladrón, al momento se fueron cansando y se paraban sin aliento y en cuestión de segundos no había un solo perseguidor y no se sabe para dónde se fue el niño con su carga tan preciada.
Al rato nada se veía que denotara que a alguien lo habían robado y todo volvió a la calma, los vendedores siguieron gritando sus consignas y la gente caminando con paso rápido para pasar lo más pronto posible, sobre todo si volvían a aparecer poco a poco los niños delincuentes.
Una tarde que salí de mi trabajo, me conseguí un grupo de estos niños en uno de los bancos que pululan por el boulevard, habían más de 20 entre niños y niñas, todos sucios y creí que estaban contando cuentos y para mi asombro estaban contando dinero y lo entegaban a un adulto, el cual no estaba sucio ni parecía ladrón.
Increíble, a plena luz del día, los niños y niñas entregando cuentas a un jefe, (por lo menos eso lo parecía), no había por allí ni policías ni guardias como es costumbre.
Dichos personajes solo aparecen mucho despuès de haberse cometido el delito y llegan preguntando qué ha visto uno, hay veces que en una libreta anotan lo que uno les dice, pero por lo general dicen: por donmde se fueron y uno les responde: por allá y miren hacia donde uno les señala y no parecen muy interesados en dirigirse hacia el lugar que uno les dice y cuando uno viene a ver salen hacia una dirección contraria.
Algunas veces atrapan un sospechoso y se ve por encima que algo tiene que ver con los delitos ocurridos, las personas que los ven apresados nada les dicen, ya que al poco tiempo, si no es en pocas horas o minutos andan sueltos y en su trabajo habitual (la delincuencia) y si alguien dijo o aunque sea miró pobre de esas personas, ya que si no es un transeúnte y trabaja o hace algo por allí, lo más seguro es que le den una puñalada o lo maten a golpes.
En fin, es éste el lugar que debo transitar todos los días para llegar del Metro a mi trabajo, o sea que paso por allí dos veces al día, una vez en la mañana o otra en la tarde.
Consejo: tratar de pasar por allí lo menos posible.
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