Y de nuevo estoy aquí, sumergida en sí misma, dejándome agobiar por un sin fin de pensamientos que atraviesan mi mente como ráfagas de luz que se desplazan por todo mi lóbulo occipital, en donde un sinfín de imágenes de nunca acabar dejan en su recorrido una de las dudas más grandes que me acechan, el para que de mi existencia. Desentrañando en lo más profundo de mi ser y en una constante pelea con mi alter ego, no llegamos a ninguna conclusión del sentido del universo. Pero… ¿Por qué debo conocer tal respuesta? Si, Sócrates, uno de los grandes filósofos solo sabía, que nada sabía ¿Quién soy yo para entender, lo que no es entendible? Si bien, es cierto que no conocemos el porqué de nuestra existencia, esto no nos impide seguir creyendo que somos los dueños y señores de un planeta que día a día destruimos y aun así nos autodenominamos la especie superior. Acabamos con el futuro y la calidad de vida de nuestros propios hijos, dejamos solo ruinas y condiciones deplorables, donde se pierde el sentido de la vida y solo queda la supervivencia.
Confundimos la felicidad con lo que no tenemos y gastamos la vida queriendo conseguirlo, cuando no se trata de la cantidad de pertenencias o títulos sino de una decisión, decidir ser feliz, yendo más allá de las apariencias y de lo que piensen los demás, dejando el papel de reparto que jugamos en esta historia y convirtiéndonos en protagonista de nuestra propia felicidad, no podemos complacer a todo el mundo, ¡es imposible! siempre habra alguien quien no piense de la misma forma.
Creo que para ser felices tenemos que ser egoístas y pensar en lo que en realidad nos hace feliz, ¡es tu vida y solo tú decides como llevarla! no temas al fracaso, no podemos dejar que sea el miedo a equivocarnos defina nuestra vida. No se trata de desilusionar a los demás sino de desilusionarnos a sí mismo, solo tú le das sentido a tu existencia, no busque respuestas en las personas que te rodean, cuando estas están en sí mismo. Quizá no se trate de buscarle sentido a la existencia, se trate de dárselo.
La felicidad va más allá del éxito y de las riquezas, estas no son sinónimos. Estamos dejando que una cultura consumista nos afecte, competimos constantemente por ser mejor que los demás, por tener más, por saber más y desgastamos nuestra vida en una competencia autoimpuesta, que si bien nos puede llevar al “éxito” no nos va a llevar a la felicidad. Gastamos toda la vida trabajando y trabajamos para vivir, dejamos pasar de lado la simplicidad de la vida, el objetivo de nuestra existencia, ser felices, esta es nuestra verdadera obligación, allí es donde radica la verdadera sabiduría.
Vive sin miedo, no seas preso de este, tu opinión es la que en realidad cuenta, comete errores, permite caer para así conocer la satisfacción de levantarte, se feliz con lo que tienes y no con lo que te hace falta.
Si sientes que estas en armonía con Dios, tu familia y sí mismo puede ser que no seas rico, pero sí muy AFORTUNADO.
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