Todo está oscuro.

Sin vida.

Negro.

Y en medio de todo eso estoy yo.

A veces creo que soy parte de esto.

A veces dudo si sigo respirando.

Si sigo viviendo.

¿Puede alguien vivir estando muerto?

Supongo que sí.

Mi corazón sigue bombeando sangre.

Mis pulmones siguen respirando.

Los cortes aún duelen.

Aún sangro sangre.

Roja.

Brillante.

Viva.

¿Cómo es posible que algo tan lleno de vida esté en algo tan muerto?

Porque yo no puedo estar vivo.

Porque si esto es estar vivo, prefiero la muerte.

Obligado a sentir.

Obligado a sufrir.

Obligado a vivir una vida que no quiero.

Encerrado en mi propio infierno.

¿Dónde está lo bello de la vida?

Lo busco.

Me vuelvo frenético.

¡¿Dónde está?!

Aquí no hay nada.

No hay nada.

Todo está oscuro.

Todo está muerto.

¿Y la vida?

¿Cuándo podré vivirla?

¿Por qué yo?

¿Por qué?

Veo a los demás.

Todos tan contentos. Felices.

Los veo reír. Llorar. Amar. Odiar.

Ellos viven.

¿Y yo?

Yo estoy muerto.

Castigado a vivir una vida muerta.

Solo.

Sin emociones.

Sin alegría.

Sin amar.

Sólo existir.

Soy una cáscara vacía.

Un mero observador de la vida agena.

Soy un punto gris en la noche estrellada.

Soy uno más.

Soy esa persona que va a trabajar a una multinacional. Un compañero anónimo más.

Soy esa persona con la que chocas cuando tienes prisa. Y ni un lo siento me dedicas.

Soy esa persona sentada en la mesa de la esquina de tu bar favorito. Siempre solo.

Yo soy «esa» persona.

Alguien anónimo.

Sin nombre.

Sin vida.

Tampoco soy especial.

Hay cientos como yo.

Miles.

Millones.

Somos puntos grises sin relevancia.

Gente sin importancia.

Gente prescindible.

Somos los olvidados de la historia.

Obligados a vivir una vida muerta.

Somos todas esas personas que viven bajo los caprichos de los demás.

Obligados a sentir lo que nos ordenan.

Obligados a vivir bajo sus reglas.

Obligados a fingir conformidad con nuestras imposiciones.

Obligados a vivir una vida prestada.

Exclavos.

Sin libertad.

Somos los prisioneros de la vida.

Algunos decoran su celda.

Creen ser felices.

Ven colores pintados en la pared y no ven la ventana un poco más arriba.

Son sus propios prisioneros.

Y no se dan cuenta.

A veces los envidio.

No saben la inmensidad que hay fuera.

Creen vivir.

Pero están tan muertos como yo.

Y miro a mi alrededor.

Todo está negro.

Oscuro.

Muerto.

Y en medio estoy yo.

A veces creo que soy parte del paisaje.

Y tengo razón.

Soy otro punto más.

Sin importancia.

Sin vida.

Muerto.

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