En el mundo creado por aquel dios, terminada la vida, a las almas se les exponía todo cuanto habían consumido en el mundo terreno: se les ponía en frente todos los animales que se habían comido enteros y aquellos de los que habían consumido alguna rebanada (veían los pedazos arrancados de esos cuerpos y el vacío sangrante que dejaban las heridas); se les ponía frente a los ojos las toneladas de vegetales de que se habían alimentado; podían ver también toda la basura que habían producido y de cuya disposición final jamás se habían preocupado. Se les hacía sentir, con idéntica intensidad, los dolores y penas que causaron a otros, fueran congéneres o de otras especies. Se les ponía a la vista todas las oportunidades que habían dejado pasar, la multitud de vilezas e injusticias que cometieron, sus abusos, crueldades y excesos, todo el tiempo que desperdiciaron sin hacer nada o empleándolo en estupideces. Cobraban conciencia del dinero que sus padres y otros habían gastado en ellos, y veían con perfecta claridad el esfuerzo y el tiempo que les había costado a esas personas obtenerlo, así como todo aquello a lo que habían renunciado para invertirlo en ellos. Luego observaban todo lo que ellos mismos habían ganado limpiamente o se habían apropiado con dolo, y se les ponía de presente en qué lo habían empleado. Hacia el final del recorrido, podían observar el bien que habían hecho a otros, y se les daba la oportunidad de experimentar en sí mismos las alegrías que habían motivado. Por último, se les mostraba en síntesis lo que habían construido y destruido en vida y lo que habían dejado en beneficio o en perjuicio de la posteridad, si sus elecciones o actos trascendían los límites de su propia existencia.
Ese recuento no tenía por objeto juzgar a las almas; en realidad, era la oportunidad para que ellas mismas se juzgaran. Se les preguntaba si estaban satisfechas con el balance. En ese momento, en que toda posibilidad fingimiento había sido erradicada, todas estaban lejísimos de mostrarse satisfechas. No había castigo. Solo se les pedía que respondieran esta pregunta: Si volvieras a vivir manteniendo la conciencia de lo que has hecho, ¿modificarías algo de tu vida para mejorarla? La mayoría decía que sí. Otras no mostraban interés en volver a vivir. Las que estaban conscientes de que merecían otra oportunidad para mejorar, nacían por primera vez a la vida y conservaban el recuerdo de la anterior, una existencia que solo había tenido lugar en su imaginación para fundar en un instante una memoria de todo cuanto debían evitar en la única vida verdadera que tendrían. Las otras se dormían plácidamente y se extinguían sin sentir nada.
En el mundo creado por aquel dios, los errores se corregían antes de que se cometieran.
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