Paulos abrió de nuevo sus ojos, otro día más o quizás otra noche, comenzaba de nuevo. En ese lugar no existía tiempo, horas ni reloj. No existía espacio, solamente la oscuridad. Una oscuridad solitaria que le envolvía. Una vida, insulsa y rutinaria que falsamente le mantenía aletargado. Sus semejantes, cuál autómatas, iban de aquí para allá iluminados por pantallas táctiles, en silencio, embriagados por imágenes mudas. Todos estaban absortos en la nada. Y Paulos, desde su rincón los observaba pensativo y se preguntaba a sí mismo: – ¿Es esta la realidad, o acaso estoy dormido? ¿Qué hago aquí?, ¿Por qué no veo más allá de estas paredes invisibles que me rodean? ¿Que hay más allá de este espacio hueco y vacío?– se preguntaba. Este pensamiento le inquietaba y martilleaba su yo más íntimo. Pero Paulos no estaba dispuesto a limitar su existencia de esta manera. Y tampoco estaba dispuesto a conformarse, aunque ello supusiera un viaje sin retorno. –¿Quién soy, hacia dónde va mi vida, porque no hay luz aquí abajo, qué es ese sonido que escucho, de donde vendrá, y esas sombras?-.
Necesitaba salir de allí, pues era más fuerte su sentimiento de conocer y saber, que la apatía y la conformidad que veía en sus semejantes. Una noche o tal vez, un día, se despertó con una gran inquietud y un sentimiento de rebeldía, y decidió levantarse y ponerse a caminar. Sintió el peso de su cuerpo anclado a la tierra bajo sus pies. Durante un momento tuvo la sensación de que no podría dar un solo paso pero, movido por su fuerza interior, comenzó a caminar poco a poco. El resto de sus semejantes autómatas se le quedaron mirando durante un segundo, pero de nuevo volvieron sus miradas hacia sus pantallas, iluminadas artificialmente.
Nada frente a sus ojos, solamente la oscuridad, muda y espesa como una gran niebla. De pronto, comenzó a escuchar un susurro que parecía decirle:-caminante sin rumbo, a través de la oscuridad, hacia un horizonte desconocido donde elevar tu espíritu y tu ansia de conocimiento eterno e inmortal, caminante sin rumbo a través de las sombras. Camina y elévate Paulos a través de la nada-.Así comenzó un camino sin retorno, y empezó a ascender a través de las paredes rocosas y húmedas llegando a una angosta escalera. –No voy a poder subirla, no veo el final y es demasiado alta-.Pensaba Paulos, cansado y agotado. Pero no había vuelta atrás, debía ser valiente proseguir ese viaje hacia ningún sitio.
El cansancio poco a poco se fue apoderando de Paulos, agotándose más y más temiendo perder el aliento.-no voy a poder resistir, no sé si debería haber salido de allí, no sé porque lo he hecho, me siento perdido y confundido-. Vencido y exhausto Paulos cayó inconsciente al suelo.
De nuevo las voces comenzaron a hablarle. –Tú eres, Tú eres,despierta Paulos. Con gran esfuerzo todavía turbado por las voces, logró ponerse en pie. – ¿Dónde estoy?-¿Quiénes sois?-. Gritó. De repente, la oscuridad se tornó en una gran claridad tan cegadora que apenas podía abrir sus ojos, y comenzó a sentir un sonido melódico que descendía desde las alturas, era música, cálida y reconfortante haciendo que sus sentidos se despertaran- ¿estoy soñando? o ¿estoy escuchando música?- pensó – me debo estar volviendo loco-Podía escuchar el canto melódico de pájaros y el revolotear de aves. Podía escuchar el susurro de los arboles mientras se mecían por el viento moviendo sus ramas.
Embriagado por los sentidos, sin ser consciente de la existencia de éstos, era capaz de reconocer todas esas cosas, el agua, el sonido, los pájaros, el viento, los arboles, reconocía dentro de sí mismo la esencia de estas cosas como si hubiera permanecido dormido y ahora hubiera despertado para recordar cómo era todo lo que le rodeaba y que, increíblemente aun no había visto con sus ojos, pero él lo sabía y lo conocía sin ver. –Conozco estas cosas a través de mis sentidos, los siento dentro de mí, como si formaran parte de mi memoria y hubieran estado dormidos durante siglos– se decía a sí mismo sorprendido. Y conforme se repetía este pensamiento, las grandes paredes de la escalera de piedra comenzaron a derrumbarse y a desvanecerse, transformándose en un espacio iluminado y abierto, rodeado de grandes y frondosos árboles, bellas y delicadas flores silvestres de infinitos colores. Fuentes cristalinas de piedra con grandes figuras escultóricas irguiéndose inertes e imponentes. Columnas blancas dispuestas en armonía envueltas de madreselvas y enredaderas de jazmines. Y encima de su cabeza podía ver un espacio inmenso de color azulado. Y allí arriba, por encima de toda esa belleza, la luz fuerte y vibrante del sol resplandeciente. Una luz tan clara y luminosa que acariciaba su rostro, haciendo que sus mejillas se sonrojaran.
Y entonces empezó a sentir su corazón como palpitaba, y sus ojos comenzaron a abrirse tratando de captar todo lo que esa belleza le producía, sintiendo una emoción más y más grande dentro de su pecho.
De pronto, frente a él, apareció un hombre de cabellos enroscados y rostro pensativo vestido con una túnica blanca que le cubría sus pies, señalando con su dedo índice hacia arriba. –Mira hacia arriba Paulos- le dijo. Observa las ideas, todo lo que te rodea y has sido capaz de ver. Pues tú ERES, tu participas de la esencia, tú que estabas en la más absoluta oscuridad fuiste capaz de elevarte, y no conformarte con ver las sombras, buscaste la VERDAD.
Tuviste miedo y temor a lo desconocido, y no te dejaste vencer por él. Solamente el ansia de conocimiento, la inquietud por captar la esencia de lo que nos rodea nos librará de la oscuridad. –Tu, viajero de las sombras, a través de la oscuridad, anduviste en penumbra pero pudiste despertar al saber, al conocimiento y la esencia de las cosas-. -Tú ERES Paulo- le dijo el anciano. Y señalando de nuevo con su índice hacia el cielo, se marcho lentamente.
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