Después de una graciosa charla con sus amigos y el compartir tímido con la mujer que lo hacía soñar, Axcel resolvió volver a su casa. Recorrió unas cuantas cuadras por el barrio. Anduvo por la calzada de rayuela. Enseguida, cogió por la esquina de siempre. Y como de costumbre; se aproximó a su hogar, ingresó por la puerta del frente, subió las escaleras de caracol, fue pronto hasta la habitación donde descansaba. Una vez encerrado, supo que el recinto estaba desordenado, igual que su conciencia. Esta trivialidad, sin embargo no le importó ni lo perturbó. Sólo se recostó en la cama. Quiso echarse la siesta. Dio una vuelta hacia la izquierda para mejor dormir. Cuando de repente, todo él se tropezó con su futuro amigo, un libro. Era un tanto obeso y de apariencia fascinante. Con curiosidad, lo tomó en sus manos y lo acercó a sus ojos, leyó el título, se decía llamar; El cielo y el infierno. Sin precisión; fue ojeándolo y comenzó a pasar las páginas, que parecían mecer la sabiduría.

Entre tanto, Axcel, no había leído suficientes obras literarias por aquella época. Tenía malos hábitos de lectura. Estudiar escritos; le generaba impaciencia, porque de azar cuando ellos aparecían en su vida, no profundizaba las supremacías que había reveladas. Entonces no elucidaba nada y torpe se despreocupaba del mundo. Más pasaba rápidamente a realizar sus distracciones. Este joven, prefería era sumirse en sus espejismos, tales como la vagancia y el alcohol. Pero por extrañezas del destino, para esta ocasión, pude darse la purificación, sucedió su cambio de mentalidad. Ahí el libro, le gritó a modo de suplica ser escuchado. Y nomás, un segundo antes de cerrar Axcel la creación, oyó como ella recitaba esta poderosa metáfora, cual cantaba: El amor no tiene límites, llena el espacio, dando y recibiendo sus divinos consuelos. El mar se extiende en una perspectiva infinita, cuyo último límite parece confundirse con el cielo, y el espíritu se deslumbra ante el magnífico espectáculo de estas dos grandezas. Así el amor, más profundo que las olas, más infinito que el espacio, debe reuniros a todos, hombres y espíritus, en la misma comunión de caridad para obrar la admirable fusión de finito con lo eterno.

Tras lo experimentado, Axcel como lector, quedó atrapado en ese espacio espiritual. Por fin, pudo figurar lo abstracto en su mente. Según como repasó las sucesivas alusiones, fue descubriendo paraísos de meditación y trasmutación.

Y altamente Axcel, entre fulgores, emprendió su camino hacia el saber y el buen leer, para en el futuro, ser su conciencia como su realidad, limpia y evolucionada.

Rusvelt Nivia Castellanos

Cuentista de Colombia

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