—Buenos días, tiene usted permiso para llenar mi vacío —le dije amablemente.
El invitado entró y, durante una temporada, estuvo amueblando aquel lugar.
A pesar de todo su trabajo, mi vacío lucía prácticamente igual.
—Aunque yo intente decorar su vacío —explicó alegremente el invitado—, este no deja de crecer y de hacerse cada vez más amplio. Creo que lo único que yo puedo hacer es rellenar. Usted es el único capaz de llenarlo de cosas útiles, y créame, llenar y rellenar son dos aspectos muy distintos
—¿Entonces que puedo hacer? —pregunté esperando hallar la respuesta en sus palabras.
—Primero deje de pintar de blanco sus paredes, así solo consigue que parezca un vacío inmenso. Después pruebe a auto invitarse a usted mismo. Estoy seguro de que no se ha atrevido a entrar y que tan solo ha invitado a otros, quedándose usted fuera. Pase y descubra que es el único capaz de convertir ese vacío en espacio.
Si se aburre de tanto blanco, plante una semilla. Esta le dará un bonito color verde esperanza. Además, sus raíces agarran muy bien en estos sitios, y quizá si la riega y le presta atención, crezca un universo. Será entonces cuando el vacío deje de aumentar, cuando no necesite rellenarlo más, ni delegar a otros la responsabilidad de llenarlo usted mismo. Será entonces cuando su universo sea el que se expanda.
—¿Pero como puede una semilla dar lugar a un universo?
—Ya lo sé, es sorprendente, pero una pequeña semilla regada con constancia y fuerza de voluntad es capaz de convertirse en un universo, y quizá, en mucho más.
Eso sí, no es un proceso fácil. No se desanime si muere la planta que haya nacido de su semilla. Vuelva a plantar otra hasta que esta dé sus propias semillas. Entonces de estas semillas nacerán otras plantas, que darán consecuentemente sus flores, frutos y más semillas.
Cuando quiera darse cuenta, de este bello ciclo llegará a formarse todo un universo. El sentido de la vida consiste en la capacidad de crear y esta capacidad es amor. Amor propio y hacia los demás.
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