Domingo cuando la luna se ocultaba, a unos metros de altura, pensamientos que desvarían, dudas que recorren en una simple noche, salto de fe o salto de fragilidad.
Su nombre es Mateo, tenía la edad de 22 años, independizado, aunque todavía seguía estudiando. Con un porte serio y asocial, aunque con un alma llena de poesía y eso lo mantenía al margen. En el tiempo que transcurrió se deprimía más, un sabor amargo donde nada le encajaba. Aunque otros se hubieran acostumbrado a su rutina, él cambiaba, su hora de levantarse, su hora de dormir, de comer, de todo.
Una llamada le entró cuando hacia sus deberes, llamada que le rompería la rutina. No sabes cuándo darás ese último beso, abrazo o adiós. Ocasiono un mar de dolor, la amargura se volvió culpa, su madre había fallecido. Encerrado en su cabeza mientras del otro lado del teléfono explicaba con lujos de detalles del como paso y las últimas palabras son los repetitivos “mi más sentido pésame”.
Tiró todo lo que tenía a su alrededor, a pesar de que no se llevaban bien, era su madre. Tomó hasta la última gota de recuerdos que se mezclaban con pizcas de alcohol, qué más da si ya no puede hacer nada. Del otro lado de su mesa estaba el reflejo de su madre y del contrario él recitando sus poemas que destacó por sí mismo como los mejores y después reproches sobre lo que fue al estar viviendo con ella.
-Todo lo que escribía te lo agradecía, antes te veía y ahora te veré en mi cartera al ver tú foto- menciono cuando sostenía una foto de ellos juntos. –Qué sentido tenia callarme lo que quería gritar, te amo- El silencio fue testigo de esas palabras, aunque los ruidos de sus vidas no permitieran eso. –La muerte es tan insignificante cuando no pone en peligro a los tuyos- La garganta hacia complot con el llanto que era notorio a simple vista.
Y todo es tan tétrico cuando solo se observa oscuridad, pocas personas pasaban, unas riendo, otras murmurando, ¿A qué se debía?, cada uno maneja su vida o mejor dicho mente para que solo acapare el momento feliz, pero en la tristeza todo es diferente.
En la cima de un edificio, sentado en el borde se encuentra Mateo. Reflexiona el sentido de su vida, aunque con su perdida le quitaba crédito a vivir más, mientras que arriba de él se encontraba la oscuridad donde la acompañan estrellas, pero una resultó ser curiosa. La estrella desprendió una luz opaca pero que a simple vista destacaba y se posó enfrente de Mateo.
-Hola.
Mateo se sorprendió al escuchar que alguien lo saludaba, pero sentía una sensación muy familiar.
-Hola…
-Hola, si sabes que es peligroso estar aquí, ¿verdad?
-Sí, desde que subí aquí sabía lo que estaba haciendo.
-Sé lo que tienes en mente.
– ¿Cómo puedes saber eso?
-No hay que ser un genio.
Mateo dejo de hablar, así que la luz habló y sacó un tema peculiar.
-La muerte, ¿qué opinas de ella?
– ¿A qué viene eso?
-Solo responde.
-La muerte se llevó a mi madre y me duele, duele mucho.
– ¿Por qué te duele? Si desde que te fuiste de su lado no hubo llamadas.
-Me duele el saber que ya no estará, antes no porque yo sabía que si iba a su casa ella estaría ahí, si despertaba ella seguiría ahí, sabía que siempre estaría para mí… pero ahora, la quiero junto a mí.
-El dolor es pasajero, toma en cuenta de que puedes escribirle un poema a su nombre, sobre lo que nunca le dijiste por temor o lo que tuvieras en ese momento.
-El problema es que no había palabras que describieran mis sentimientos, lo que plasmaba se queda corto a lo que quería decir.
Dentro de Mateo le parecía absurdo hablar de estas cosas con la luz, pero algo lo calmaba, lo dejaba gritar todo lo que cargaba encima.
-En algún momento de tu vida experimentaras más esta sensación, es ley de vida.
– ¿Por qué?, es tan injusto que nosotros nos reproduzcamos para después morir y otras ni llegan a morir en su momento de vejez.
-Cada quien escribe el libro de su vida, la vida no la tienen comprada, los humanos están destinados a morir, pero también dejar su marca en la historia o en la vida de un cercano, eso ya es voluntad del individuo.
-Nadie nace preparado para la vida…
-Pero creciendo y viviendo se preparan.
-Todo es tan cruel y más en estas circunstancias.
-No, cruel si tú lo permitieras, cruel es que a pesar de perder a tú ser querido sigas renegando.
– ¿Qué debo hacer?
-Vivir, que tú vida sea ejemplo para tus otros familiares, dar lo mejor y escribirle a ella, hacerla sentir orgulloso y que a pesar de todo te guie.
Mateo al ver que todo se desvanecía, despertó. Postrado en su cama, y se dispuso a escribir “Luz” el poema con el nombre de su madre.
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