La puerta se cierra, la pequeña se despierta. No tiene más de 3 años. Viste un pijama anaranjado ligero, de pantalón y camiseta cortos, con pequeñas brujas azules volando en todas direcciones. Es su pijama favorito.

Es la hora de la siesta de cualquier día de junio y ella se encuentra en la litera de arriba, sola.

Agudiza el oído esperando escuchar algún sonido procedente de la casa. Nada.

Se desliza por la escalera de las camas apiladas, sale de la habitación. Nada.

Desesperación ¿dónde está mamá?

Su instinto de supervivencia y su temprana responsabilidad la empujan a abrir el armario y buscar algo con qué vestirse. Llega hasta a pensar en cómo combinar la ropa y en adecuarla al tiempo caluroso presente. Primeros retazos de autoexigencia…

Se viste con toda la premura que puede. No se lo piensa, se dirige hacia la puerta.

Esta barrera será la primera muestra de cómo será el resto de su vida. Puerta maciza, blindada por cerrojos a golpe de cerradura y giro de llave.

Suda, primeros rastros de lloriqueo. Tiene que salir. Mamá está fuera.

Logra salir al descansillo MAMAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAÁ.

Pasos rápidos bajan por la escalera. La vecina de arriba la socorre.

-Dejaremos una nota a mamá y te quedarás a merendar en casa mientras viene-.

El miedo del abandono pasa a ser temor por la represalia. Que no venga, que venga, que no venga, que venga…

Llega. – ¿Qué hiciste? Sólo fui a hacer un recado- Se excusa su madre ante la mirada de desaprobación de la vecina.

Primer reproche de la niña de muchos más que habrá – No se deja a una niña sola en casa-.

Lo que la niña no sabe es que esto sólo acaba de empezar.

Tardes solas en casa y que venga el amigo de papá a ver si todo está bien.

Esperas en la calle de la mano de su hermana mientras su madre juega en las salas de BINGO.

Sábados noche tras la temida discusión con el padre- Me voy unos días a casa de mi madre, no aguanto más.-

Altibajos, mamá cariñosa, mamá triste, mamá sobre protectora, mamá fuera de sí, mamá rara, mamá no puede ser mamá. Papá no sabe ser papá.

Separaciones – Me llevo a la niña a casa de mi amiga, te quedas con tu hija la mayor.

-Mamá no está bien, te vas a vivir a casa de la tía hasta que se ponga buena.

Vuelta a la pesadilla, la niña no quiere volver. No quiere esa madre, quiere otra.

Niñas con mirada de adultas, demasiada carga. Familia rota, no hay apoyos. Pequeñas ayudas llenas de dudas e incomprensión.

¿Cómo escapar mientras se crece?

Siempre hay una luz, piezas que encajan sin saber muy bien cómo. La petición de ayuda es primordial y, en la mayoría de los casos, funciona.

La mochila ya pesa mucho pero aún no es tarde. Las rescatan. Pero se quedan solas.

Empieza de verdad la aventura de ser mayores, aunque ya empezaron a serlo mucho antes.

La niña de la litera siempre estará ahí, asustada, vulnerable, sola ante el peligro.

Pero también el instinto de supervivencia, el inconformismo, el ímpetu por seguir. A mamá hay que seguir cuidándola…

– ¿Y a ti, quién te cuida?

– Pues yo misma, ¿quién si no?

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS