Cada noche se dormía pensando en lo maravilloso que sería tener la hipoteca pagada. Podría hacer tantas cosas… Comprar un coche nuevo, viajar al extranjero, comer en restaurantes caros, ahorrar un poquito, e incluso cambiar de piso y tener una nueva hipoteca.
Una mañana, le despertó el sonido de un mensaje en el móvil: «Enhorabuena, su hipoteca está cancelada».
Por fin se había cumplido lo que tanto deseaba.
Con una gran sonrisa y sin poder disimular la satisfacción se dirigió al baño para lavarse la cara. Después de dos remojones con agua fría para poder abrir bien los ojos se apoyó en el lavabo y se miró al espejo: vio una persona arrugada con el pelo grisáceo. Al bajar la vista a sus manos comprobó que en ellas también había arrugas y algunas manchas.
Entonces le sorprendió una voz que llegaba desde el pasillo:
– Cariño vístete rápido, acaba de llamar la niña. Ha roto aguas y va camino del hospital ¡ya llega nuestro nieto!
Habían pasado treinta años en un cerrar y abrir de ojos. De tanto pensar en el futuro se había perdido el presente.
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