Sé qué hace tiempo no se sabe de mí, sé que hace aún más tiempo que ya no estaba. También sé que no se me está buscando, pero sí creo que no se me ha olvidado. Por ese “creo” te escribo a vos, y por este descubrimiento que narrare a continuación te dedico una carta, mi primera carta, quizás mi última y posiblemente la más grandiosa. Por qué estimado mío, descubrí la magia, descubrí la vida.
Veras, las imágenes de mis mañanas son pertinentes a otro mundo, formas y colores que refieren a otra vida.
Por lo general, el viento golpea mi rostro con la humedad de las primeras horas del día, advirtiéndome del estruendo inevitable y cronometrado que retumba por los rincones de estos adentros y escapa por los poros de estas viejas y talladas paredes hacia la otra realidad, la verdadera, la hegemónica.
Bueno dejo de aburrirte con mis problemas cotidianos, tratare de no desvariar tanto e intentar convertir estos ojos en palabras.
Habitualmente mi primer suspiro del día apunta en dirección a un cielo de concreto, de forma cónica y hueca. Yo era parte de su interior. Sobre aquella superficie que mi aliento amenaza, habita una imaginería de muchos matices, desde lo político hasta lo poético, esta se escapa de la segunda dimensión y en su discurso le falta el respeto a la cuarta. Pues es así que la primera secuencia que me implica se dilata y se extiende por intensos momentos inmedibles. Hay tantas historias por formar, construir y descubrir en ese primer paisaje que resulta inevitable. Querido amigo entenderás que por romance no puedo dejar pasar sus posibilidades.
Cuando por fin volteo la mirada, sacando del plano esas primeras imágenes, los nacientes rayos de sol entran, en forma de un mutado arcoíris, a esta bella irrealidad. La luz se abre paso atravesando una celestial obra constituida por cristales coloridos colocados al milímetro.
Aquel portal que iluminaba este mundo, no solo nos permitía ver, sino, que también protegía esta inexistencia de ser contaminada, amedrentada y devorada por la otra, la de afuera.
Atontado pero despabilado por estos primeros momentos, desprendo mi espalda de mi nube de madera, una nube pensada al detalle. Es ahí donde dejo ir el primer suspiro, lo inevitable, se deja la incomodidad del placer.
Ya con los pies en la gloria de estos pasajes, reformulo los recorridos de mis ayeres, tus ayeres, ¿y quién sabe? Quizás de algún después.
Este, es un trayecto que dura entre un segundo y una vida, donde todas esas bellezas indescriptibles armonizan y te ahogan en tus adentros y te polarizan aún más del afuera hostil.
Sabrás que, aunque pareciera que ahora es cuando se pone interesante, y lo es, es la parte intransferible, donde el viaje al más allá de lo perceptible comienza.
Y solo lo sabrás, sin nunca saberlo realmente, el día en que tu piel toque estos aires.
Sé que no olvidaste que creo en mi segundo a segundo, esos que se me están yendo en cada letra escrita. Pero también creo en las lapidas que los representan, esas que visitas y a veces te visitan, esas que te están mostrando mi presente, aunque sea tu pasado.
Por eso te escribo este recuerdo vivo, esta reflexión futura, para que entiendas porque me debes encontrar. Pero nunca me busques, así solo te vas a perder, el camino es la vida querido amigo, esa que está ahí y que desborda, esa que solo vale por ti y para ti, si te encuentras por fin en ti mismo. Así te dejo con estas últimas palabras y con un abrazo que solo terminara cuando esta presencia, esa presencia, se desvanezca. Hola.
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