Disculpa si por tu ventana con miradas furtivas te busco…………………

mientras por la noche recostado en la luna viajo, velando tu sueño y quizás…………………………………………………………………………………….
……………………………………………………………………………robandote un beso.


Desearía cambiar tu abrigo por mis brazos, que además de cálidos, te dirán que al fin estoy cerca.

Desearía de tu deslavado y bello rostro leer en deliciosa calma letra a letra las líneas que atesoran tus penas y alegrías.

Desearía en las blancas páginas de un pasado nunca escrito, trazar, pintar, escribir o atrapar el futuro con un presente compartido.

Desearía sorber el tiempo de tus labios, pausado deleite de agitadas emociones y posibilidades infinitas.

Desearía conversar en bullicioso silencio o gritar sin palabras o en combinadas formas compartir los diálogos de tu loca compañía.

Desearía que, en vertiginosa caída, los minutos o segundos transpirados, exhalados cual suspiro, se diluyeran o disiparan mientras el alma se libera de fútiles cargas acumuladas resultado de un frustrado roce anhelado de deseos.

Desearía saber de ti, ……. o desconocerte por completo……. y mañana empezaría de nuevo.


Me detengo un momento frenando el camino, inhalo profundo, lo observo todo pero irónicamente no consigo ver nada, no veo palabras, no veo respuestas, ni tampoco ideas, sin embargo, me llena.

Repito el proceso al nacer el alba, siguiendo del sol sus pedazos en firme caída, rasgando imprudentes el vestido de noche, sensuales destellos que desnudan el día, disfruto, sonrío y cierro los ojos.

Después, cuando muere la tarde, en penumbra de sombras que invaden y engullen, la cresta renuente que explota y exhala, viajando naranja en el viento su último aliento, suspiro, sonrío y cierro los ojos.

Feliz y extasiado te tengo presente en un firmamento de brillantes momentos, elijo al azar cualquiera de ellos, y aunque no ofrecen respuesta me brindan consuelo, sueños, recuerdos y rezos, se mezclan y pierden, quizás ya no importa porque aunque lejos, aun estás conmigo, lloro, sonrío y cierro los ojos.


Quizás por la melancolía del invierno que se ha negado a retirar,

O por la brisa cálida que en la primavera impetuosa ha de arribar,

La luna intrigada por mi locura alumbra las sombras concediendo mirar,

Un espíritu solitario que hipnotiza con su andar, de grácil silueta y postura orgullosa que goza retar,

Estela ondulante sobre sus hombros baila sensual, que entre mis dedos se escurre traviesa sin dejarse atrapar,

Esperando en el tiempo, platicándole al viento, mi calma se inquieta, el pulso acelera la dulce tortura de solo mirar,

Ansiando el fresco roció de tus labios probar, me niego simplemente a dejar de soñar,

Invaluable el tesoro que brinda gustoso la luna al dejarse guardar.


Despacio caminar decido, evitando del otoño las hojas dispersas qué en invierno congeladas, reclaman mi andar de prisa de tu encuentro en busca.

De mis pasos por el ruido no quiero, los temores vuelo levanten, las emociones se retraigan y en lo cotidiano de la espesura se escondan.

Contengo bulliciosa la corriente, de palabras qué en tropel desbordadas, a tus oídos él espacio a inundar empezaban.

Y cuando guardar el tiempo ilusamente con calma decido, inevitable se escuchará burlona risa que con sigilo innecesario al escapar arrojan de mi bolsillo los segundos.

Andamos mientras al final, sin certeza total los destinos que coincidan, te brindaré del camino las flores, de los labios con el roce beberemos o quizás un poco de las hojas él rocío, dejados por el viento algunos versos tomaré de tu cabello, e intentaré ya sea casual o intencionada de una caricia disfrutar en cada prado.

Pero insistiré por sobre todo que sea ya en el agua, aire, arena, con el sol o con el frío, que todo olvides, que un poco sonrías y por indefinido tiempo decidas tú, bailar conmigo.


Aún recuerdo mi rostro prendido de tu cuello

el breve y temeroso goce del borde de tu boca

el brillo de tus ojos y la cadencia en tu cintura.

Aún recuerdo el blanco color de tu piel tan tersa

el glorioso sabor de tus pechos en mis labios

y el recorrido enloquecedor hasta tu punto medio.

Aún me hace temblar las manos y me quema los sentidos

el recuerdo de un fortuito y ardiente contacto entre nuestros cuerpos.

Aún te recuerdo recostada sobre tu espalda

tu cabello abatido a ambos lados de tu rostro

y Yo, embelesado contemplando a una mujer hermosa.


Figura extrovertida con sonrisa desbordada,

de curvas delineadas finas y sensuales,

bajo resguardo brillante de mirada cautivadora.

De maneras simples, francas, pero dulcemente femeninas,

que envuelven, invitan, provocan y desquician la conciencia.

Proximidad que alegra, excita y arrebata atenciones,

invita a soñar, crear y hasta derivar en la locura.

Dulce y grandioso tesoro que merece y al interesado obliga

a sus pies el alma, cuerpo y corazón rendir,

como tributo mínimo para de tu atención gozar.


Palidezco en las noches cuando abro los ojos y no te veo,

y a mi cuerpo el frio estremece aun con el calor que desprende el verano,

no existe lugar, elemento ni cosa que prenda mi cuerpo sino es tu recuerdo,

recorro el laberinto de tus formas disipando las sombras más intensas de tu ser.

Susurra mi nombre un instante y permite a mis labios depositarse en ti,

percibe mi aliento prendiendo tu piel y las fibras que te hacen vibrar,

incitando al rocío que aflore y nos bañe en millones de gotas cuál manto estelar;

que te cubran mis brazos y con caricias mis dedos te bañen,

mordiendo tus pechos extraigo temblores, suspiros y hasta un poco de miel.

Indeciso debato la unidad de medida en tu cuerpo,

el mapa sobre tu piel en besos, caricias o segundos plasmados,

establezco el conteo que me lleva desde tu cuello hasta tu talle,

de la punta de tu oreja hasta tus manos, de tus ojos a tus labios,

de tu pecho hasta tu vientre y finalmente beber de tu copa

los dulces vinos en el interminable y placentero camino hacia ti.


Empezaría por deslizar la memoria sobre la cascada obscura y cálida que nace en su cabeza bañando su espalda.

De erguida postura y suaves curvas que te llevan hasta unos hombros, de donde ocasionalmente brotan y se desarrollan a través de los brazos, manos y hasta los delicados dedos, arrebatados abrazos que te envuelven cariñosamente.

O quizás en deleitable caída hacia sus encantos te sujetes de unas caderas firmes ligeramente rebosadas que le imprimen una solemne cadencia al caminar.

Torrente como la noche que cae libre y en veces se acompasa al movimiento de su cuerpo y otras tantas se agita rebelde ocultando lo que toca, quizás su grácil cuello de aroma a caña y electrizante reacción al roce de unos labios, o tal vez provocativamente sensual cubran parcial u ocasionalmente su exquisito y compacto pecho que alimenta sueños; o entre tanto detrás de una lluvia castaña se asoma tímidamente su rostro afilado de un intenso e infantil brillo.

En el compiten una extensa sonrisa y unos ojos de cautivante mirada; una batalla que nadie pierde porque incitan, atrapan, desbordando alegría que no pasa inadvertida.

De nariz pequeña, recta que equilibra e increíblemente insufla aire basto a su cuerpo, enmarcada por pómulos ligeramente pronunciados en la parte superior de unas mejillas que aun sonrojan y sufren ocasionalmente los estragos de la juventud que caen y envuelven cada lado de un par de labios que contrastan por la diferencia en su grosor, pero de exquisita textura y sabor.

De piel bronceada que a mi deleite prefiero llamar de chocolate con tonalidades de dorada belleza que hipnotizan, invitando a reposar en su regazo, en su vientre plano, fuerte, que muestra bajo el pequeño centro del cuerpo, la huella grabada de un delicado intento de vida.

De muslos largos, torneados con destellos dorados, coronados por un lado con nalgas firmes de suave caída y meneo que exita, en contraparte de un sexo sensible, de delicado trato que te eleva al cielo provocando locura; en exhausto recorrido y agotado resbalas por finas pantorrillas hasta unos pies que la sostienen y guían seguros hacia donde simplemente ………… ella quiere.


Alegría, ansiedad, sosiego,

Alimento diario de un eterno ciclo.

Establezco un orden y apaciguo voces,

Transcurre el día y aparento olvido,

Pero al ocaso, imbatible se reaviva el fuego.

Me enfrento, me increpo, me revelo,

Pero el final es siempre el mismo.

Tu imagen, tu aroma, tu piel, tu pelo,

Fragmentos de un instante en el tiempo que aún recreo.

Huellas en el alma,

Que en un futuro me dirán,

Que no fuiste un simple sueño,

Y que siempre estuve cuerdo.

Se ahora donde estas,

Se que te deseo,

Pero hoy igual que ayer,

Decido dormir tranquilo.


En el viento percibo uno a uno los segundos que se fugan,

Mientras en el tiempo voy contando los aromas de tu piel que se consumen.

En el viento tu presencia se dilata envolviendo mis sentidos en un sueño,

Mientras en el tiempo tu imagen flota congelada por la luna.

En el viento los minutos y las horas son las caricias de tu deliciosa compañía,

Mientras en el tiempo viajan vibrantes tus palabras, tu risa e incluso tus miradas.

En el viento que transcurre te recorro uno a uno los cabellos y los dedos sin apuro,

Mientras en la brisa del tiempo disipo tus temores y acaricio suavemente tus deseos.

En el viento prolongado de la noche mis brazos se contraen, rodean y te arrullan,

Mientras en el tiempo ligero y fresco matutino mis besos te despiertan y sonrojan tus mejillas.


Porque a veces las ideas se me atoran con la lengua,

las palabras se enredan en mis manos, y

las emociones me traicionan por los miedos;

síntomas inequívocos de una inherente locura.

Por eso, esta noche olvida todo lo que diga;

porque si acaso mentiré por cobardía,

diré que por amor ya te he olvidado,

buscare tus labios argumentando prisa, y

anunciaré una breve despedida.

Pero aferrándome a este instante,

con el aliento contenido;

soportare la tortura paciente de cada respiro,

temiendo qué al exhalar,

se me escapen los recuerdos,

que furtivamente me he guardado.

Te pediré una vez más,

con la tinta de mis labios recorrer,

cada parte de tu piel,

mientras escribo sin censura,

expresiones de placer como despedida.


Porque, aunque sea un loco más enamorado de la Luna,

que se niega a sufrir con el ineludible ciclo caprichoso de sus días,

o reniega con el disimulado saludo evasivo de sus encantos,

siempre tendré la oportunidad de esperar resignado en el camino,

contemplar su recorrido y regocijarme con las sombras trémulas que danzan en su piel, soñando que se bañan nuestros cuerpos con su brillo.

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