El grito sordo de una grieta en mi alma

retumba como un oxidado tambor;

Quieta, la noche esgrime un cuchillo

que centellea ante la mirada hueca de mi desolación.

Y las mañanas son como las promesas,

o como el horizonte curvo donde, imprudentes,

resbalan los sueños.

Pero hoy no cabe la desgana en mi pecho,

oh, lunes de ilusiones mustias que yacen

sin paz,

en el hondo abismo de mi corazón.

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