Hay que agradecer a los tabúes, quienes hacen de este encuentro algo más especial. Me agarras por la boca, como si tuvieras miedo de que se fuera a escapar. Tomas mi cadera y la atraes hacia ti, como si de piezas se tratara; y yo encajase bien en ti.

No sé si fue la tormenta o si simplemente fue tu serenidad, pero esos brazos me sostenían casi hasta reventar.

De tu boca salía una sinfonía que los dioses decían agobiar, pero en el cielo me sentía cuando te los hacía provocar.

Te miré fijamente y tras tus ojos pude ver la simpatía de una musa al ver su artista florecer.

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