Recovecos de piedra quebrada
En paredes rajadas por añejo veneno,
La poca luz resbalada va incrustada
Entre los caminos ásperos de toque sereno.
Una noche de tul y panderetas
Con llantos de historias perdidas,
Las más dulces, blancamente secretas
De tierras lejanas que han quedado ya idas.
Y a mis dedos la aspereza de los ladrillos
Ha quedado engastada, trasladada a mi cuna;
Una reminiscencia pasada aun en los pasillos,
Mil y una estrellas en una noche sin luna.
Matizados a las luces de memorias fraudes:
El nay y el tar, la tristeza nocturna;
Se han ido los años tras los zaudes
Se han perdido
En el inánime cristal de una urna.
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