Sonetos elementales

Sonetos elementales

Betty Cadavid

31/07/2018

SONETOS ELEMENTALES

1. SONETO DEL AGUA

Si es agua lo que lleva mi torrente,

más tarde o más temprano, tus orillas

lamerá con anuncio de semillas

en su lengua infinita de corriente.

Te lavará las manos y la frente.

Resbalará salada en tus mejillas.

Salpicará traviesa tus rodillas.

Convocará tu sed hasta mi fuente.

Se verterá formando una guirnalda

–cópula de sudor y desvaríos-

que se sume a la historia de tus ríos.

Lloverá vertical sobre tu espalda.

Mecerá en una cuna tus navíos

resumiendo tus viajes y los míos.


2. SONETO DEL FUEGO

Si es fuego lo que inflama mi torrente,

-los soles de mi herida- cualquier día,

descubrirá tu azul melancolía

crepitando en tus sueños de repente.

Arderá en las cavernas de tu mente

entibiando de hogueras tu agonía.

Confundirá tu lengua con la mía

llenándote las lunas de creciente.

Te prenderá el cigarro a la aventura

de brillar sin que el tiempo te reproche

que fumaras la cola de un cometa.

La sombra trazará, de tu figura

alucinando formas en la noche

imposible en su viaje de saeta.


3. SONETO DEL AIRE

Si es aire lo que ruge en mi torrente,

cuando menos lo esperes, en su vuelo

despeinará los años de tu pelo,

se colará en tu pecho, impertinente.

Te hablará con las voces de la gente.

Escribirá huracanes en tu cielo.

Se fundirá en suspiros con tu anhelo.

Se quedará contigo dulcemente

pintándote mis labios en las alas,

rolando mis quejidos en tu boca,

tañendo mis campanas en tu risa.

Gemido de tus bosques por las talas

de fragancias y nidos que desboca

en ciclón el secreto de la brisa.


4. SONETO DE LA TIERRA

Si es tierra el cataclismo en mi torrente,

en alguna de tantas sepulturas,

tropezará tu pala en mis honduras

con retoños de un nuevo continente.

Se tenderá a tus pies, condescendiente.

Parirá de sus úteros pasturas

que nutran tu bocado de mixturas

borrachas de avalanchas y simiente.

Tallará cicatrices de tus pasos.

Se sorberá tus horas imprecisas,

rubricada en cinceles de tu llanto.

Soportará el bastón de tus ocasos…

…la boca negra te abrirá sin prisas

para guardar tus besos en su manto.


5. SONETO DEL ÚLTIMO ELEMENTO

Si no es agua y no puede ser tormenta

y no puedes beberte mi aguacero,

si no es fuego y no enciente ni un chispero

y no alumbra ni entibia ni te inventa,

si no es aire ni el viento lo alimenta

ni libera a tu duende prisionero,

si no es tierra ni bosque ni potrero

ni valle que tus ríos apacienta,

será clamor que grita en el vacío

la rotunda sentencia de mi muerte

sin futuro, pretérito o presente.

Será mi voz enorme en el desvío

de mi destino huérfano de suerte…

inútil poesía… mi torrente.


6. LA FURIA DE LOS ELEMENTOS

Sabes, la tempestad no es otra cosa

que furia de los ángeles caídos.

los truenos, maldiciones y gemidos,

de la pena de amor que los destroza.

Y es el magma volcánico la rosa

seminal de sus falos florecidos,

palabra que resuena en estallidos,

estampidas de voz que se rebosa.

El silencio que sigue al cataclismo

es amor de mujer que se resigna

al que no pudo ser como sería

si no fueran los ángeles abismo

de la cópula infértil y maligna…

si Dios se enamorara un solo día.


7. INVENTO ELEMENTAL

El sabio lo pensó sin dilaciones.

Hizo de la cavilación forma de vida

y dio por fin, acorde a su medida,

con un invento de estas proporciones:

un elemento que sin distinciones

de sexo, clase, piel descolorida,

o religión a fuego consabida

a todos repartiese bendiciones.

Se inventó el aire, convencido acaso,

de que premiaba a todos los pulmones

sin temer que estuviera ya inventado.

Más cruel que su inocencia fue su atraso

pues existían ya los socavones

y el amor ya ejercía su reinado.


8. SEÑOR DE LAS TORMENTAS

Señor de las tormentas que me arrojas

tan lejos de tu mar y tu frescura,

tan hecha a la pisada que perdura

(arena en discreción que ya no mojas).

Náufraga en tierra, luna que despojas

del movedizo espejo de tu hondura,

de tu sal, tu vaivén, tu caladura

en mis lenguas de flor y mieles rojas.

Tu rada no me nombra ni me espera;

no pregunta por mí tu pez espada;

no me penetra el sol tu llave artera.

Ausente, me sentencias a la hoguera;

me olvidas más allá de la ensenada,

viajan al sur tus ojos de quimera.


9. SEÑOR DE LOS ELEMENTOS

Solo con decir ―aire― te apareces,

te engalanas de espacio y de cometas

y da la luz a luz, como saetas

a flor de piel, tus alas y tus mieses.

Solo con decir ―viento― recrudeces

atronador, tu grito de trompetas.

Cataclismo que arrasa las veletas.

Huracán que fecunda desnudeces.

Solo con decir ―brisa― te adormeces,

susurras tu mejor canción de cuna

te quedas a menguar como la luna.

Solo con decir ―vuelo― me anocheces,

me dejas a las puertas de tu viaje

y asfixias mi avidez en tu plumaje.

UN SONETO PARA LOS SONETOS

Son sonetos de agosto, marinero,

ocurridos en curso de naufragio

que reseñan la historia de tus dedos

del teclado a una cama del alquiler.

Son sonetos de agosto, jardinero,

cerrajero, poeta y burlador,

que mitigan la anchura de la rosa

que arrojaste vencida en el andén.

No precisan camino de regreso

ni un correo gentil que los redima

o una contestación condescendiente.

Nada preguntan pues como bien sabes

no miente la respuesta. “La pregunta

que interroga al amor es la que miente”.

1. DESCUBRIMIENTO

Me prometes un barco de madera

de tal misterio que la misma playa,

como el silencio que la voz soslaya,

se nuble en la memoria traicionera.

No me nombres el mar si no es quimera

que pescaste tejiendo tu atarraya.

No me tientes –contigo- a que me vaya

a profanar mi nombre de barquera.

No me cambies las manos abisales

por el viento que mece tu marea

hacia el témpano yermo de la muerte.

No me pintes banderas colosales

donde sabemos que un pañuelo ondea

ni me llenes de brújulas la suerte.

2.CONQUISTA

Paroxismo de cópula en la roja

lengua que dice y lame las palabras.

Que se inventa legión de abracadabras,

me corre en las cavernas y me moja.

Oficiante, exorcizas de congoja

cada rincón que con el falo labras.

Dante bribón, Señor de las palabras

y el alfabeto que Beatrice escoja.

Me bautizas con semen en la pila

de tu boca procaz y desmedida

hundiéndome estival, todo tu beso.

Del verbo al aluvión tu voz oscila

desbordando los labios de mi herida

abierta del placer bajo tu exceso.

3. COLONIA

A contraluz suspiro las vocales

que trazara tu ímpetu en mi lecho

y me tiemblan tus huellas en el pecho

y me llueve tu música a raudales.

Sobre mi piel tus manos otoñales,

más que un deber, imprimen un derecho.

Grafías, pinceladas al acecho,

carne y pizarra de tus iniciales.

Maestro, mi maestro de maestros,

cómo duelen los ríos en tus cauces

y vierten un clamor de cataratas.

Letras fluviales, lágrimas de sauces,

lenguas y cuerpos desvariando -nuestros-

en mi piano tus húmedas cantatas.

4. IMPERIALISMO

He sabido que el puente está quebrado

desde que lo crucé por vez primera,

y jugando a pasar hacia tu vera,

con cáscaras de huevo lo he curado.

Has sabido que el río se ha secado

desde que mencionaste su ribera,

y jugando a inventar la primavera,

con malicia invernal te lo has callado.

Está bien que parodies el rocío

si es brisa el río que en tu voz divaga,

pero intenta caer desde mi puente.

Prueba a trovar rodando la pendiente:

la caída es de piedra y hace llaga

y el vacío está lleno… de vacío.

5. APOGEO

Qué cantaban tus trinos en mi oído.

Qué roncaba en mis musgos indiscreta,

sin sordina, tu espléndida trompeta

–fragante de trigal anochecido-

Qué estallaba en mi lienzo embravecido.

Tu pincel, qué inundaba de violeta.

Qué colores hendían mi paleta.

Qué escapaba de mí con mi vestido.

Qué sol se me salía por los ojos.

Qué magma se asomaba por tu lengua.

Qué justa se libraba en los viñedos.

Qué fiesta de violetas y de rojos.

Qué azul, para la luna que la amengua.

Qué malabar de cielos y de dedos.

6. BATALLAS

Si regresas de llanto entumecido

y en tus manos castiga la labranza,

si mueres en batalla con tu lanza

de trazar surcos en el viejo nido.

Si te haces a la noche, desvalido,

si la pluma, a tus dedos, ya no alcanza,

si te clama mi lengua por venganza

del incendio que urdiste en mi quejido.

Zarpa de ti, proscrito continente.

Eleva el mástil con la vela mía.

Sana de mis auroras la rompiente.

Dulce desquite, tregua complaciente:

arrodilla tu barco en mi bahía

y lámeme la herida, penitente.

7. DECADENCIA

Ámame cada vez que te desnudas

y de noche la luna se te llena.

Si duermes, a merced de tu cadena,

tu resaca de amnesias y de dudas.

Ámame en tus marismas más agudas,

cuando escribes con p sobre la arena:

pobre poema para pobre pena,

mientras llora la piel que desanudas.

Si retienen mis piernas tu cintura

y penetras más hondo en la hondonada

–triste aguacero de tu caladura-

ámame en el jadeo que rotura

el remanso de plumas de tu almohada

cuando evocas de un bosque la dulzura.

8. CAPITULACIÓN

Me cercaste de versos y de naves,

me llamaste a gemidos del destierro

y bordaste un jardín como cencerro

para el sórdido vuelo de mis aves.

Me hendiste el filo de tus ojos graves.

Me dejaste sedienta en el encierro.

Me marcaste a metáforas de hierro

brutales dentelladas de tus llaves.

¿Qué le queda a mi ciega cerradura?

¿Qué le queda a la luz, si no la sombra?

De tus coitales ecos, ¿qué perdura?

¿Qué les queda a los mares sin hondura?

¿Qué le espera al amor que se desnombra…

y al umbral donde falta tu figura?

9. CAÍDA

La flor será tan roja y tan inerme

como la rosa entre mis piernas fuera.

Sombra de cruz, paloma mensajera,

palabra erecta que en tu cripta enferme.

Fallida tu aventura de leerme:

tierra a la tierra –restos de la hoguera-

Torrente a la cisterna que lo quiera,

polvo al colchón donde el silencio duerme.

Derrotados por fin, tumba y anhelo,

en un tálamo el muerto floreciente

y su muriente flor, roja de duelo.

Sobre tu abismo, bajo nuestro cielo,

filo de luz, tentáculo y ariete,

de tu infinita voz en el deshielo.

10. DESTIERRO

Tan solo habla francés y es natural,

fue educada en París por los malditos,

entrenada en las artes y los ritos

de Charles Baudelaire y Jeanne Duval.

Su formación, acaso fue infernal:

Aprendió con Rimbaud voces y gritos

Y a fuego se esculpió los apetitos.

Él le pintó de rojo una vocal.

Su nombre propio fue Melancolía,

negro bautizo, tórrido país,

nombre común de ausencia sustantiva.

-Tais toi- responde mi melancolía

Cuando pregunto dónde está París

en mi carta natal copulativa.

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