Entre aquel bosque llamado Tentegorra.
Acudía la llamada del amor entre aquel árbol,
de hojas castañas y pequeños gorriones cantando sobre él, en primavera.
Donde se guarda toda mi honra,
por aquella dama vestida de azul.
A la que acudían pájaros, ardillas, ciervos y jabalíes,
hasta la gran bestia temida, el oso pardo tampoco se resistía.
Aquella dama de azul que hacía brillar mis ojos azules al verla,
que hacía que durmiera entre su vientre y sus pechos,
y me arropaba con las ramas de aquel árbol,
al besar sus suaves labios, y su suave cuello.
Una preciosa dama que desapareció entre los árboles,
e hizo de mí un hombre valiente y esperanzador,
lleno de esperanzas por volver a encontrarla,
pero que a la vez, hizo de mí un hombre con un corazón roto y sin honra.
Una honra que se perdió en aquel bosque encantado y maldito,
y una preciosa dama de azul, que esperaba a que la encontrara, una vez más,
y he así, recuperar mi gran amor hacia ella, un amor perdido y arrebatado,
y mi gran honra, en aquel bosque llamado Tentegorra.
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