Poemas cortos sin final feliz.

Poemas cortos sin final feliz.

B

24/07/2018

I

Me arranqué

las venas

el otro día.

Por las que tus recuerdos

se atrevían a correr.

Disparatados y locos,

no consiguieron acabar con mi cordura;

me los arranqué antes.

También arranqué

el coche

en aquel parque

de árboles de parquet francés.

E intenté salir de aquí

sin pensar en tu boca.

Pero por más que aceleraba,

me quedaba en segunda.

Me desangré.

II

Tengo el corazón nublado.

No le sirve un billete a la soledad;

ni aunque le pagaran se iría a Flandes.

Tampoco a Francia,

ni a Canadá

ni a las Bermudas.

No se iría a las Cíes,

ni a Noruega

ni a Sydney.

Tampoco a la China,

ni a Sri Lanka

ni a Taiwán.

Visualiza las aguas de Portugal,

las del Cairo

y las de Nigrán.

Pero no le sirve.

Pa’ qué moverse

si la nostalgia está dentro

y no se escapa en un billete.

III

Un beso es

un beso.

Y un abrazo es sólo eso,

un abrazo.

Yo lo tenía todo

con tu guitarra y tus dedos.

Quería que me tocaras

un jazz blues

al azar,

al compás de los dados.

Y ahora quiero que me sigas tocando.

Pero no te voy a escuchar.

Porque en los dados salió un adiós.

Y tú no hiciste nada

porque volviera a tirarlos.

IV

Te tumbas.

Noto cómo se hunde

el colchón

con la silueta de tu cuerpo.

Te giras.

Me acaricas, a bote pronto,

hasta el culo.

Y vuelves a subir.

Recorriendo las curvas

que te vas encontrando.

Al ritmo de mi vello en punta.

Hasta mi nuca.

Hasta mi pelo.

Tocas mis labios.

Te encantan.

O al menos, eso solías decir.

Tu voz acaricia mis oídos.

Te contemplo en éxtasis.

Como si fueras un ángel.

Me miras.

Me miras intentando descubrir

que hay dentro de mí.


Y,

sin esperarlo,

me despierto.


V

Estoy borracho de años.

Llevo 40 casados con mi segunda mujer

(la única y la de mi vida),

50 respirando y amando el Redbreast

y 75 pensando en cuándo voy a cumplir lo que me prometí a los 10.

VI

Y yo que pensaba

que el dolor humano

(el emocional)

era pasajero…

Resulta que al final

la pasajera

soy yo,

que por humana

(por emocional)

no puedo evitar

viajar probando dolor

de corazón en

corazón.



VII

Lo nuestro duró

lo que duran dos cigarros

ahogándose en un río.

Lo que dura un polvo

en el recobejo del parque

a las cinco.

Lo que duran dos amantes

que se esconden tras el grito

del engaño.

Lo que dura una botella de Readbreast

en manos del

viejo de antes.

Lo que dura una copa de limón

en la boca de un niño

sediento.

Aunque pa’ sedienta,

la mía.

Pa’ sedienta,

mi boca.

Te daría un beso

repetido tras otro

si en vez de apostar por ella,

por la soledad post-culpabilidad absurda,

hubieras apostado por mí,

y por unas buenas disculpas.


VIII

El único por el que perdí la calma.

El único por el que perdí contra la tempestad.

El único que me hizo sentir delicada

haciéndome el amor.

El único al que admiré por su sano juicio.

El único que me hizo sentir esencial.

El único que me enseñó qué es lo bello

de cada parte de todo.

El único por el que yo hubiera dado medio mundo más…

Fue el único

que me vio abrir la puerta

mirando atrás.

Fue el único

que me vio querer quedarme

y no frenarme al marchar.

IX

Soy una muerta de hambre.

De tus caricias.

De tus cariños en mis vértices.

Que tan muertos están

como un presente en plural.

Mi cuerpo ruge,

muerto de hambre

por una mirada tuya.

Que me muero,

mi vida,

por una migaja de tu apego.

Por tus manos moldeando

mis caderas.

Tengo mono.

Voy mendigando amor

por la calle,

y sin pedir permiso al ayuntamiento.

Y, como es obvio,

la multa me llega.

La multa me llega porque

ninguna de esas manos

son las tuyas.

Pero el arrepentimiento

siempre se esfuma

porque ese vacío

no se va.

Busco las sobras

que vas dejando por las redes.

Si no es en este sitio,

es en aquél

y cómo le jode a mi estómago

pensar que no piensas en mí.

Parece que mi instinto

de superviviente nato

muere

puesto que yo,

así,

muerta de hambre,

te sigo buscando.

Te sigo buscando

sabiendo con certeza que

no voy a encontrarte

porque tú ni siquiera

te has planteado

si salir a buscarme.

Excepción.

Llevo décadas

intentando escribir sin pesimismo

un poema.

Pero

la realidad amarga

es incapaz de edulcorar mis letras.

Sólo hay una emoción

presente y futura

que es capaz de darle color

a este poema.

Y esa es tu labia.

Tus versos.

La ilusión de

aprovechar cada instante pa’ vernos.

Y así oír tu risa.

Y ver a tu mechero

libidinoso por darme

más conversación.

Volver a sentirte cerca.

Si no existieras,

tendría que inventarte.

Pero como ya respiras,

prefiero inmortalizar tu alma

escribiéndote

con delicadeza.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS