LLUVIA
Después de todo
debo admitir que me gusta la lluvia.
La espero sentado en el banco de la plaza,
lentamente se acerca en copos de azúcar
y precipitándose en un blando telón de cristal
cubre a mi rostro de besos.
La magia ocurre a cualquier hora,
en cualquier lugar…
Por un instante se detienen las batallas
para que los soldados por las noches,
beban un poco de alivio
y las curiosas manos de un niño
queriéndolas tocar en una mañana,
como queriendo tocar
a una mariposa en vuelo.
Después de todo
debo admitir que me gusta la lluvia.
Precipitándose sobre los velorios
para abrazar al llanto
y acariciar a los zorzales,
que por las tardes
le silban a las ánimas.
Ahora me iré caminando
hacia el desierto,
donde allí la magia ocurrió,
petrificándola en granos de arena
para tener un puñado de ella.
ÁNIMAS
Ahí están,
juntas van abriendo puertas,
puertas que distorsionan
y se dilatan en el umbral.
Coquetas y risueñas,
ríen entre la niebla
enamorando a los que sueñan
sobre almohadas de algodón.
Las risas despiertan los oídos
en esas madrugadas
de fecundos ladridos,
falleciendo en ecos
mientras la tundra se disipa.
Si alguna de ellas se enamora
vendrá en cuanto te duermas
y comiences a soñar,
después despertarás queriendo volver
sin saber cuál es la realidad
y jurarás que fue verdad.
DESPUES DE LA VIDA
La vida es un río que fluye
y allá lo espera el mar,
para morir en sus brazos.
También el mar muere
disolviéndose en las orillas
y las orillas mueren
en los acantilados,
que a su vez
mueren en la distancia.
Y tú vida mía
a dónde irás,
si ya no hay mar
en donde morir.
No hay orillas
para acercarme,
ni acantilados
para poder verte.
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