Desde las lunas de tu coche.

Desde las lunas de tu coche.

elplanetademarcos

22/08/2018


Te acercas a mí susurrando con cierta cara de pena: «Qué triste volver a vernos…»

¿Triste? Pensé… No nena. Fue triste alejarte y barrer mis llaves. Lo fue caminar el pasillo largo que hay desde tu puerta. Triste el hueco hondo en el colchón, o el impasse desde el baño en cada gota, y en cada noche. Fue muy triste verme así, despierto, aleteando en cada cosa. Y no vernos…

Quizás tenga que agarrar una copa esta noche, y luego otra y otra hasta que duela. Como fue arrancar hoja a hoja este otoño, el invierno y el resto del cuento. Fue jodido nena, créeme…

Y hablas de suerte al vernos, como quién habla de mendrugos al pobre o al ciego de verte. ¿No lo ves nena, estrangulando aquí mi voz? lo ves que dice así bajito: «Toma infeliz, ten tu suerte; y ten la pena de ver que te abandona.»

Tristeza? ¡Ja! nena. Lo fue aquel hueco irrespirable entre el vaho de las lunas en tu coche y la luz de ésta esta noche. Y ver que alejas tus tacones de punta curva marcando aceras, pisando sombras que podrían ser de cualquiera.

Abrazaré una copa y otra y otra…

Abrazaré una copa, otra y otra más… Gastaré mis dedos, mis uñas, mi… mi mierda no puedo, para subir, ascender, y llegar al marrón de caer de nuevo en tu cuerpo.

Subiré hasta que me falte el oxígeno de verte, de encontrarte en cada verso de corto aliento, desvelarte en ellos, y desvelarme yo también por ellos, contigo…Descubrir con branquias de tanto llorar cuánto bebía de tu olor. Y seguiré envasando gritos en latas vacías aunque el resto del mundo en silencio me ahogue.

Atraca nena, arriba o roba este puerto, pero hazlo al subir la marea, cuando más arriba esté, que no he venido hasta aquí para no verte.

Nena, ando muerto tirado en los bares, oliendo traseros y orinando en la calle, subiendo la cola en aspavientos, y polvo que levanto polvo que muerdo. Nena ando muerto. Me paro, lo pienso, y he llegado a entenderlo, pasar de muerto a rey puesto, y cuánto sé de eso.

Andan los perros tirados al sol, andan como yo, tristes, melancólicos, bajo el peso de uno y otro día; a que pase, a que pase…

no sé,

a que pases…


MORIBUNDO POEMA.

He dejado abierto un poema,

Que sangre.

Lo he acuchillado en las penas.

Lo he dejado allí, moribundo entre lineas para darse lástima.

Sin espacios al margen, que no entre el aire y respire.

Y su ritmo es entrecortado, asfixiante, como ecos de tumba.

Sus versos son las mismas costillas desholladas de amor, pues no bebe ni come de rimas,

vomita.

Lo he fusilado de balas y puntos negros, que no de estrellas;

Y anda vagando hojas sueltas, tachado de tintas rojas… borroso; bailando al lamento de un aire que arría su suerte en un charco.

Quién quiera puede pisarlo, romperlo, o arrugarlo, y que sea a vista de todos, para que sepan qué es de mi vida, y cómo he quedado.


EL PLANETA DE LA CIENCIA.

Y no quedarán más que los huesos de un gran edificio tomado por la espesura efervescente de la selva incontrolada.

Así veo yo el futuro. Sin huellas.


POR QUÉ TE ESCONDES.

Andas regateando el frío en la noche.

Ninguna calle te acoje tranquila,

mujer disconforme.

Tienes la mirada de una ciudad en llamas.

Toca

tirarse al barro, Liar besos, huntar las manos.

Tú falda es viento, centeno, oleaje de cuervos.

Tu cuerpo es carne póstuma, alquiler teatral, bisutería de barrio.

Por qué te escondes mujer,

eres,

únicamente en la intimidad.

Eres callejón de mercado, carne entremedias,

carne

entre medias.

Y entras y sales del miedo bebiendo la luz, rajada en el pecho, cansada, escalando a tus hombros.

Pero vuelves a casa,

bajo la manta, y ves sus ojos grandes, pequeños…

De qué te escondes.


NI UNO MÁS.

Avalancha detenida.

Quejido de fraguas que espantas el sendero del lobo.

Te has adentrado imparable, en las piedras calientes y los nidos ensortijados, en los arañazos de carbón enraizados que dejas al paso.

Eclipsas las meigas de aquel lado oscuro, estéril.

Y caes sobre tí y resurges,

y allí otro… y otro más.

Aprieta la noche… y te alimentas en luz, en el olor de los aros viejos y los aros nuevos, en la piel grieta y sin quejido.

Empujas los montes en amparo de la noche, no importa hacia dónde, no respondes, ahumas la luna, aullas decrépito.

Qué viene gente, qué viene…

Aquí ha vuelto la bestia que no había muerto.

Es la hora.

Defendeos,

defended esto que es vuestro, esto que es nuestro.

Defendeos solos, que no han venido a ayudaros.

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