Quisiera estar ahí siempre: Lluvia de estrellas.

Quisiera estar ahí siempre: Lluvia de estrellas.

Mónica Calderón

15/07/2017


Era una noche fría, llena de neblina, particularmente ese día había estado así, triste; de pronto, una suave brisa rozó mi cara, haciéndome estremecer, abrí los ojos y me encontraba en un lugar precioso, no sabía exactamente qué pasaba. El viento soplaba fuerte, había árboles enormes que daban sombra, la cual le brindaba calidez al que se encontrara ahí abajo, cerca de sus raíces, podía ver hojas secas por todas partes, que sonaban deliciosamente cuando caminaba descalza encima de ellas, me dediqué a explorar el lugar tan hermoso en el que me encontraba. En las ramas de los grandes árboles había letreros, muy coloridos, pero sin arruinar el maravilloso paisaje, al contrario, lo hacía más acogedor, estos tenían mensajes de personas que habían estado ahí, supuse, pues la letra de todos era diferente, había uno que decía; «Dedícate a escuchar», otro mencionaba: «Todo estará bien cuando esto termine» y uno que me llamó particularmente la atención decía «Estás aquí y ahora, agradece», no comprendía muy bien lo que querían decir todos pero me encantaba. A medida que recorría los senderos me daba cuenta de que el tiempo no pasaba, o al menos no me daba cuenta, sabía que todo marchaba bien, no había de que temer. Avancé un poco más y escuchaba el ruido del río, me escabullí entre los arbustos para llegar más rápido a él, para mi sorpresa el agua tenía un color morado cristalino, al verlo y escucharlo me llenaba de paz, sentía el viento recorrer mi cuerpo, dado que estaba desnuda, se me erizaba la piel y sentía que nada podía ir mejor; de pronto sentí una mirada y efectivamente, había un hombre, de piel oscura, alto, cuerpo esculpido, facciones del rostro muy definidas, sonrisa amable y sin duda unos ojos color esmeralda con una mirada penetrante al verla fijamente, de inmediato procedí a saludarlo, me temo que estaba ruborizada ya que ambos nos encontrábamos desnudos, mas en cambio él asintió con la cabeza como si nada pasara, viéndome nuevamente directo a los ojos, emitiendo una dulzura increíble pero seguía sin decir ni una palabra, a continuación me llevó por la orilla del río y llegamos a una playa; rápidamente construyó una especie de casita con partes de palmeras, unos cuantos palos y cosas que se encontrara, mientras yo por mi parte me dedicaba inútilmente a encender una fogata, luego él me ayudó, claramente sabía más de fogatas que yo, al cabo de un rato finalmente anocheció. No sé cómo pero dentro de la casita que aquel hombre había construido se encontraba una hamaca, me acosté en ella pensando en lo bueno que era estar tan tranquila, escuchaba el viento, el sonido de las olas ir y venir una y otra vez, pensando en todas las huellas que pudieron pasar por este mismo lugar donde yo estaba y que ya el mar se había encargado de borrar pero tal vez, en esas personas había quedado una huella permanente como posiblemente iba a quedar en mí y sin embargo el mar borraría mis pisadas. En mil intentos por dormir, no podía, así que decidí salir de la casita y caminar por la playa, fue la mejor elección que pude tomar ya que ahí el clima era excelente, mientras caminaba vi sentado al hombre que me había ayudado así que pensé en acompañarlo; me puse junto a él y con un gesto me hizo saber que quería que mirara hacía arriba, ¿Cómo no lo había visto antes?, pensé. El cielo se tornaba lleno de estrellas, completamente despejado y había luna llena, en ese momento él me abrazó y pensé que ese era uno de los momentos que jamás iba a olvidar, le pregunté su nombre pero no contestó, en cambio nos acostamos en la arena, yo tenía mi cabeza recostada en su pecho, sentía como su corazón latía muy rápido, sin embargo, no le di importancia y seguí admirando aquella maravilla de constelaciones que tenía frente a mí, al cabo de un rato escuché que dijo: “Pam, a veces no hablar es la mejor forma de comunicarse, las miradas pueden transmitir muchas más cosas”. Me quedé helada, analizando lo que había acabado de oír, siendo sincera no supe qué responder, aunque dudo que él esperara una respuesta.

A la mañana siguiente ya no estaba, así que fui al mar a bañarme y de inmediato me sentí con más energía, además de brillar tanto, casi como las mismas estrellas de la noche anterior, algo tenía esa agua, pero poco me importaba saberlo en ese momento. A lo lejos pude divisar que una mujer venía, tenía cabello dorado al igual que su piel, con una sonrisa resplandeciente, se acercaba a mí, yo solo jugaba con la arena, haciendo dibujos con mis pies, cuando finalmente llegó, me vio con una mirada delicada y suave, ella tampoco me dirigió la palabra, pero me sonrió y me ofreció una… supongo que se le puede llamar fruta, su color morado me llamó la atención, también brillaba como estrellas, la acepté y le di un mordisco, esa “fruta” sabía exquisita, no puedo explicar el sabor pero me llenó aún más de energía, cuando me di cuenta ella estaba mirándome fijamente, también a mis ojos, me sonrió y acabó por decir: “Pame, no te preocupes tanto, si todo tiene su tiempo”, quitó su mano de mi hombro y siguió caminando, me pregunté por qué en ese lugar sabían mi segundo nombre y lo extrañas que eran esas frases, ella siguió caminando hasta que la perdí de vista, me fui a la hamaca y cerré los ojos, cuando los abrí me encontraba en el patio de mi casa, de nuevo hacía frío pero ya no me sentía mal, al contrario, a pesar de la neblina, volví a ver hacia arriba y estaban las mismas estrellas y la misma luna llena de aquella noche, si es que fue real, de inmediato me dije a mí misma: todo irá bien, escapándose una sonrisa totalmente sincera.

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