INTRODUCCIÓN
Todo lo que publicaremos con este perfil, será el resultado de una propuesta literaria colectiva.Siempre se basará en el juego surrealista llamado «Cadáver Exquisito».
Lola cerró la puerta y respiró profundamente. Cargada con la maleta, el bolso de mano y la pequeña mochila verde se dirigió a la parada de taxis sin mirar para atrás. El sol aún no había salido. Se dirigió al primero de la fila y dijo — al aeropuerto, por favor.
La noche anterior no había podido conciliar el sueño. Estaba ansiosa. Mil preguntas se agolpaban en su cabeza. ¿Encontraría el lugar tal y como lo recordaba? ¿Sentiría las sensaciones de antaño? ¿Qué partes habría rellenado su imaginación? Por un momento deseó cerrar los ojos y abrirlos en la tierra deseada.
Llegó al aeropuerto anhelando llegar a Florencia, Italia. Hacía 35 años que no volvía. La había dejado con tan solo 7 años junto a su madre. ¿Sería realmente Florencia su lugar en el mundo o simplemente era una fantasía de su cabeza loca?
Ella estaba aferrada a encontrar un sitio lleno de ventura, pero, ¿sería Italia ese lugar?
Tras dejar las maletas en el hotel salió a pasear, se topó con el lugar más romántico de la ciudad, el Ponte Vecchio. Jamás pensó que en un lugar tan recordado pudiera sentirse tan extraña, pero no quería volver atrás. Al menos tomó una decisión: por el momento, redescubriría su ciudad natal .Tenía enigmas que resolver. Quería no depender de nada ni de nadie. Esa era la clave para avanzar y experimentar su particular renacimiento.
Durante su paseo entró en una de las atractivas cafeterías. Tras sentarse con vistas al Arno, pidió un café. Inesperadamente escuchó su nombre y un— ¿Qué haces aquí? ¡Qué pequeño es el mundo! Reconoció la voz de Luis, el hombre que tanto daño le había hecho. Tras recuperar el aliento se quedó mirándolo sin pronunciar palabra.
Los latidos del corazón de Lola eran tan fuertes que ella supuso que Luis los escucharía como propios.
—Hola— dijo como si estuviera saludando a un vecino del piso.
Su aparente frialdad descolocó a Luis, que la miró extrañado.
Aprovechando el desconcierto de él, hojeó como al descuido, unos catálogos que le habían dado en la calle. Sentía la mirada de él clavada en su cabeza cuando escuchó— ¿no vas a hablar? ¿No estás feliz con esta coincidencia de la vida?
Lola levantó su rostro, le sonrió sin emitir sonido. Le preguntó si podía sentarse con ella. Lo miró casi despectivamente; simplemente le mostró un folleto donde decía «EL RENACIMIENTO NACIÓ ACÁ.» Hizo un gesto a Luis con su mano diciendo adiós y salió con celeridad al aire reconfortante del Arno. En su mente solo cabía una frase: el renacimiento soy yo.
Esto de renacer no era tarea sencilla. Primero, había que hacerlo todo a un lado y eso lo había logrado con este viaje. Luego, había que asumirlo todo. Ya era hora de retornar a los pesares de su conciencia. Kira era su primera misión. Hacía apenas unos meses que había descubierto su verdadera identidad y desde entonces, la ansiedad se había adueñado de su vida.
Alzó la mano, paró un taxi y entregó el papel donde tenía anotada una dirección.
Parada frente a la casa donde conocería a la mujer que la había traído al mundo, tocó el timbre. Una mujer desgastada se mostró ante ella. Me llamo Lola y me gustaría hablar con Kira. La mujer cerró los ojos, respiró profundo y dijo: —yo soy Kira, ¡te estaba esperando hija mía! Lola, estupefacta, la abrazó con timidez y los ojos de ambas se empañaron de lágrimas. Pasaron dentro y tras varias horas de conversación, ya habían tomado una decisión. Tratarían de recuperar el tiempo perdido aprendiendo a conocerse y disfrutando cada segundo de sus vidas. Ambas sabían que sería una tarea ardua, para nada fácil.
Kira, trabajaba en un orfanato criando y educando niños desamparados. Era la manera de acallar su subconsciente. Se culpaba del abandono a su hija, siendo tan pequeña, por seguir sus ideales políticos.
Decidieron mudarse a Sicilia, específicamente a Módica, una pequeña ciudad del municipio de Ragusa, porque cumplía con los requisitos de ambas. Había un orfanato muy grande, que albergaba a niños abandonados de todo el mundo, dirigido por una ONG. También era un lugar donde la mayoría de sus habitantes eran agricultores. Sus viviendas eran muy antiguas y precarias, la mano de una arquitecta como Lola, especializada en proyectos de bajo costo, pero eficientes, era perfecta para desarrollarse.
El tiempo fue pasando y ellas aprendieron a conocerse, a acompañarse, a entenderse. Lola era muy querida entre los lugareños, pero una parte de su corazón siempre estaba ausente. Estaba en Montevideo, donde había quedado la mujer que la había criado, su otra madre. Su madre del corazón. Siempre hablaba telefónicamente con ella, sabía del sufrimiento que sentía ante su ausencia y decidió invitarla a vivir con ellas. Kira estaba de acuerdo. Estaría eternamente agradecida a esa valiente mujer que crió a su hija y que fue capaz de decirle la verdad a costa de saber que podría perder a su hija. Y así lo hicieron. Laura un día llegó al pequeño pueblo. Tuvieron charlas interminables donde se contaron todo. Lola estaba tan feliz que no cabía en sí misma. Pero nada es eterno. Laura, extrañaba sus amigos, su tierra uruguaya, sus mates, su lugar en el mundo era Montevideo. Estaba tranquila. Su hija estaba feliz, plena. Kira, serena con su vida. Ella debía regresar a su lugar. Se volverían a ver, estaba segura. Nada ni nadie las podría separar.
Fue un sencillo hasta luego. Sin lágrimas. Solo sonrisas de haber encontrado las tres, su lugar en el mundo.
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