De verdad fue largo y un tanto complejo el recorrido, hubo entre el pasar del tiempo varios acontecimientos para resaltar; el sol golpeando todas las cabezas mañana tras mañana, algunos gallos en algunas zonas entonando algunos amaneceres. La conducta que condujo al cuerpo parecía adversa a las pasiones personales, pero, siempre fue posible por lo menos sospechar el cometido antes de que ya estuviera finalizado el acto. Caminar era posible, pues el personaje existe en plenitud sobre un cuerpo humano al cual conduce; divagar fue necesario pues de lo contrario habría sido el pensamiento lerdo y distraído cómo el de la mayoría de sus semejantes. La mochila siempre estuvo medio vacía, aunque hubo detractores que la vieron siempre medio llena, así es la vida, con bastantes envidiosos y algunas cuantas conspiraciones, con alguna que otra situación adversa de esas que involucra de lleno al personaje si es que quiere ser principio en una historia, y finalmente lo es, pues de lo contrario no habría razón alguna en lo que aquí se lee.
El primer paso fue terminar con esa cadena de horrores y confusas contradicciones que refleja el hombre cuando se dispone al ruedo de prestar servicio militar con la bandera de su pueblo sobre el pecho; frío, hambre, sueño, mierda en general. El viaje entonces parecía adverso y concluía siempre en extrañar sus ojos, en no poder mirar de lleno hasta su alma y consagrar la calma que sabe robar su ausencia. Paso realmente complejo pero dado con valor y sacrificio, para alimentar al espíritu hace falta ver de frente a la crueldad y por lo menos tratar de comprender su causa.
El siguiente paso estuvo atado al intelecto de querer vivir tranquilo. El camino entonces ofrecía bares y daba al personaje un empleo para subastar su alma y en cambio recibir un pago. Pasaba el tiempo y de nuevo ella se encontraba lejos simulando cercanía, siendo una palabra alentadora en medio del bullicio que sabe contener consigo la vida. El sueño ya estaba planteado y ambos sabían que sería posible. Entonces el recuerdo trae sobre la almohada a su cabeza varias veces con el mismo anhelo; que estuviese cerca para besar sus labios y decirle luego que la quiere. Para qué mentir, es lo que dice el viejo refrán, si la verdad es templo. Cantidades casi que alarmantes de ese amor que contenía, desbordaban en silencio y la habitación aquella que servía de refugio no era más que un laberinto, no era nada comparado a su presencia. Así que se llegó el día, nadie supo de por qué ni del cómo ni por cuanto, pero en el fondo siempre ha parecido eterno. El empleo acabó y con él su zona de confort y el destino hizo una invitación para algo nuevo. La mochila estuvo de nuevo medio vacía para iniciar el viaje, pero esta vez llegaba hasta sus brazos y a pesar de todo o a pesar de nada resultó perfecto.
Hoy el viaje apenas parece comenzar, pero ver sus ojos cada noche y despertar junta su alma, representa eso, el lugar aquél al que debía llegar.
(Sebastian Molina)
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