Viajar…

Viajar…

Viajar, el mayor placer que he tenido.

No solo por los lugares sino también por las personas que he conocido,

las culturas culinarias, los problemas ajenos y diferidos,

las creencias, las costumbres, lo majestualmente construido.

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He cumplido sueños durante mis largos años de viajes,

navegando sobre el Nilo, el Éufrates y el Ganges.

Viendo las pirámides, acrópolis, Miami y Los Ángeles,

disfrutando del sol del caribe, respirando el viento de los Andes.

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Fumando Shisha en Marruecos, bailando en brasil al ritmo del carnaval,

besándome en una góndola en Venecia, pisando la casa papal,

visitando increíbles templos con cúpulas de cristal,

enviándole a mis padres siempre que podía una postal.

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Hay gente que, de la universidad de la calle, predica.

La mía es la del viajante, la del que por doquier, sus amistades duplica,

del que aprende de conversaciones que continentes comunican,

la del que, gracias al viajar, abrió su mente para hacerla aun mas rica.

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Además de los regalos que te deja una vez te has asentado.

Idiomas, recuerdos, amigos dispersos y un mapamundi, con banderitas, decorado,

temas de conversación infinitos para aburrir al amigo de al lado,

miles de inspiraciones que un libro entero han llenado.