Me resulta muy complicado compartir una herida tan profunda, pero lo intentaré.


1972. El primer matrimonio de mi madre terminó en las garras de la violencia.

[…Soledad se asoma y no me encuentra…]

1981. Y nuevamente una mujer dejó atrás sus sueños por un sujeto inerte.

Que finalmente causó los daños irreversibles y no quedaba más que aferrarse a continuar el camino que había iniciado.

Regresó con la mirada directa al piso, un lento caminar, el arrepntimiento la detuvo por instantes pero sabía que todo estaría bien cuando la únicapersona que abiertamente bservó las mismas sillas mal acomodadas, las polvorientas cortinas naranjas que no alumbraban el cuarto de sala, el olor a tierra y humedad no desaparecieron desde que ella llegó carente de lucha, sedienta de anhelos ¿La única diferencia?, tres bellas responsabilidades.

José María; solía «ser libre» para reaparecer volviendo a huir de las responsabilidades, dejando de lado el famoso dictamen que los había llevado hasta ese punto. Y podría jurar que la tierra no lo traerá de vuelta jamás.

1982.Ya no se supo de él. Comenzaron a crecer las responsabilidades.

Entre día laborales y penas familiares, una muerte, frías noches, y decenas de carencias. Existía una profecía, un destino, el cual tendría un acercamiento físico a mi madre en 1991.

Ocurrido en un lugar céntrico en la Ciudad de México, un viejo saloncillo repleto de gente luciendo sus cuerpos, vibrando con otros y brindando por la noche que todos deseamos en algún momento nunca termine…resultó certera la profecía que cambio la vida de ella por segunda ocasión. Y que, le dio sentido a la mía…1996.

Otros métodos, seducción y coqueteo. Surgieron los primeros encuentros, los abrazos de cada día, los besos inventados para evitar la melancolía de la dependencia. Tormenta que pudo detener mi padre momentáneamente…

2000. Conocí a mi padre en el estado que dio vida a uno de los mejores filósofos e historiadores en aquella Nueva España.

Aún recuerdo el dolor recurrente que permanecía en el corazón y lo describo como una clásica emoción de desesperación. Sobras que deje guardadas en un cajón sin llave.

2002. Ciclo primero, aprendiz de la promiscuidad, conocí las adicciones, fui forzada a conocer personas inadecuadas, reemplazo de miradas por palabras; la mayoría de ellas entre mi puro pensamiento. Una experiencia con mi padre, conservada y bien cuidada.

2003. Invierno. Amor fingido. Saludos matutinos y noches en vela. Mujeres ajenas en casa, interminables reproches, celos con origen, gritos, asechamiento, reclamos, desdenes de poder, olvido y noche tras noche buscándolo para encontrarlo perdido en el alcohol.

2004. En esta parte de mi historia comenzaron los métodos de escape a través de largas filas a tempranas horas de la mañana en paradas de autobuses, las llamadas a los abuelos, ayunos, equipajes perdidos, solitarios viajes fueron parte de mi vida por 8 años.

A mi parecer la mejor enseñanza que he recibido.

2005. Segundo Verano. Escribía y descubría que podemos dormir más de 10 horas continuas; qué las carreteras y sus vistas lejanas de tierras abandonas repletas de vacas, cebras y caballos sin rumbo me resultaron más calmantes en comparación a la medicación no recetada para ella, mi acompañante de viaje.

En manos de gente descuidada, sin escrúpulos, atraparon sus sueños y acortaron sus vidas, comparados y obligados, sobrevivían las tres responsabilidades.

Dos años más tarde pude olvidarme de mi existir entre tanta lluvia, el asfalto sin fin y el zumbar de mis oídos por el cambio de altura, las siluetas de las nubes, la niebla acechándome desde que salía de casa, noches húmedas, las voces melodiosas, noches obscuras, aquella luz lastimosa en los ojos al despertar, aquellas viejas canciones de Silvio que me hacen bailar y cantar.

El acontecimiento al que tanto temía, en la ciudad dónde vi el Sol tantos años me dio la respuesta; estaba creciendo.

Con el silencio ahora intento de recordar alguna voz o algunas palabras que mi padre de despedida me hubiese dicho, pero todo fue tan drástico, tan indebido que no recuerdo un solo instante dónde él no fallara, lastimó sin piedad, causando la segunda separación de mi madre.

El frío en los huesos invade y me hizo reconocer que mi padre no volvería a formar parte de mi vida… que lo dejaría atrás que sería un pasado nunca deseado, el libre albedrío que no se me otorgó pues conforme pasaban esos viajes eternos perdían valor así como la acompañante lo perdía para mí. Cruda y bienvenida realidad.

2008. Acercamientos continuamente distantes a las tres responsabilidades que dejaron de serlo para convertirse en independientes.

2009. Otoño. Comenzaron los camiones de mudanzas a la Ciudad, la vieja casa de niñez de mi madre, la penumbra, el hartazgo, la furia, algunos golpes arrojados, desunión, gritos desesperados por la impaciencia de una vida que no llegaría pronto.

Recuerdos y papeles con cientos de fotos mojadas, recortadas y quemadas.

Formando cada vez un lazo más estrecho con esos independientes quienes no reconocería hasta que cumpliera los 16, pero esa es otra historia, otros nombres y sentimientos que por cuestión de palabras no me permitiría escribir conjuntamente en este breve real escrito.

Conclusión: De amor no muere el hombre. Muere cuando se abandona a sí mismo por la innecesaria persecución de lo improbable, de lo intangible, muere cuando pierde la fe en encontrar el camino por más lejano que se encuentre. Mi madre murió y no sé cuando vuelva a verla.

Att. Gloria Rossé. Gracias y que vengan más. Un abrazo.


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