Nunca había volado en Primera Clase. Me tocó el asiento junto al pasillo hasta atrás de la zona de Primera. Ya estaba yo bien acomodado en mi asiento esperando que no se ocupara el lugar junto a la ventanilla, pero cuando ya prácticamente estaban cerrando la puerta apareció un hombre que se veía de edad muy avanzada, el tipo caminaba trabajosamente con un bastón y me llamó la atención que ninguno de los sobrecargos se acomidiera a ayudarlo. Portaba un traje que se veía muy fino, aunque era evidente que le quedaba grande. A pesar de la amplitud de los asientos, al indicarme con su rostro que ocuparía el asiento de junto, preferí levantarme para que le fuera más fácil acceder.
En cuanto el avión despegó, el caballero me volteó a ver.
-Oiga, como que yo a usted lo conozco. – me sonrío amigablemente.
Me quedé mirándolo, como si recordara esa sonrisa que sobresalía entre su cabeza completamente calva.
-Discúlpeme, pero yo soy muy malo para identificar rostros. Yo vivo en Houston, a lo mejor nos hemos visto por allá. – le sonreía mientras hacía esfuerzos por identificar su rostro.
-Ya sé de dónde, yo lo vi a usted en la inauguración del Centro Cultural Barrondo, en la Ciudad de México.
-Pues claro que debió ser ahí. Nicolás León, servidor. – Le extendí la mano.
-Mucho gusto. Fíjese que yo conozco a los Barrondo desde hace muchos años.
-Yo a la única que conozco bien es a la licenciada Leticia Barrondo.
En ese momento, mi compañero de asiento volteó la mirada hacia una de las azafatas, una muchacha muy guapa y de ojos verdes. Los ojos cansados del caballero cobraron un brillo instantáneo cuando la vio, pero ella lo ignoró. Volteé a mirarlo para seguir mi conversación.
-Le iba a que decir que la licenciada Barrondo me contrató para hacer el video de su padre, el que mostraron en la inauguración.
-Ah si claro, yo a Lety la conozco desde que era una bebé. Siempre fue muy berrinchuda. Aquí entre nos, ¿No sufrió usted mucho trabajando para ella?
Me le quedé viendo pensando bien en lo que iba a contestar.
-La licenciada es muy buena persona pero hubo veces que francamente quise aventar la toalla.
La sobrecargo se acercó a decirnos si se nos ofrecía algo, le dije que no y a pesar de que mi compañero le sonrió, ella no le insistió y él siguió con la plática.
-¿Fue Lety la que le dio todo el material?
-Casi todo, pero algunas fotos y videos las bajé del internet, ya ve que el señor Barrondo era muy famoso. Francamente, varias veces me peleé con la licenciada porque ella no quería que incluyera material que a mí me parecía muy bueno. Yo soy una persona tranquila que se adapta a lo que piden mis clientes, pero para este video no sé que me pasó y no quise transigir con la licenciada. Nunca me detuve a pensar en lo que perdería si ella me mandaba a volar. Estaba yo como poseído por el demonio.
-¿Y después de verlo, le gustó el video a Lety?
-Ya no me dijo nada fuera de las formalidades de agradecimiento, aunque yo creo que si quedó satisfecha porque me imagino que fue ella la que me subió de categoría el vuelo de clase turista a Primera.-
-Pues es lo más probable. A mí francamente me gustó mucho su video.
-¿De verdad? Siempre es difícil saber si a la gente le gustó un video, a menos de que uno lo ponga en YouTube.
– Pues toda la gente aplaudió, y no pocos lloraron, eh. Lo que pasa es que en estos eventos es muy difícil competir con la bebida, la comida y música.
-Eso sí.
-Oiga, hubo algunas fotos que no sé cómo se las aceptó Lety.Había una donde aparecía la “novia” de Andrés Barrondo. Ella aparece junto a él y con otros compañeros de trabajo.
-No me diga. Fíjese que para el video final me arriesgué a incluir algunas fotos sin contar con la aprobación de la licenciada. Recuerdo que cuando estaba yo terminando la última versión, las fotos como que se acomodaron solas. Me llegó una inspiración repentina porque coincidían muy bien con la letra de la canción que puse de fondo. Fue algo mágico, como lo que sienten los escritores cuando los personajes cobran vida propia.
Me levanté al baño y cuando regresé mi compañero estaba dormitando, no tardé mucho en hacerle segunda. Me desperté cuando avisaron que ya íbamos a aterrizar. Volteé a mi lado y vi el asiento vacío. Le pregunté a la sobrecargo sobre mi compañero de viaje y solamente me dijo que me pusiera el cinturón de seguridad. Me preocupé por él porque no se veía en muy buena salud. En cuanto aterrizamos, llamé a la azafata y le insistí que me diera razón de mi compañero. Cuando se lo describí, me miró sobresaltada y se llevó la mano al pecho.
-Por Dios, no juegue usted con esas cosas. Usted me está describiendo a alguien que hace como un año dejó de volar con nosotros.
-Ha de haber sido por el mal servicio que dan.
-Por favor, sea usted más respetuoso, el señor Andrés Barrondo falleció aquí en Houston hace como un año, cada semana volaba con nosotros para seguir su tratamiento del cáncer. Yo personalmente lo atendía y le cobré mucho cariño, era un tipazo el hombre.
Yo me quedé pasmado en mi asiento recordando con el más fino detalle la última foto que puse en el video. El hombre rechoncho, de bigote y pelo abundante, rodeado por sus compañeros de trabajo, con el rostro dibujado por una sonrisa que ahora me era tan familiar, mientras discretamente ponía su brazo derecho sobre el hombro de la muchacha que tenía a su lado.La azafata me sacó de mi letargo cuando me dijo que yo era el único pasajero que quedaba a bordo.
OPINIONES Y COMENTARIOS