Pasos para cambiar de ropa al alma:
1. Viaja.
2. No le cuentes a nadie a dónde ni con quién.
Siempre he pensado que las personas tenemos una cierta tendencia a estropear las cosas bonitas que les ocurren a los demás. A veces, compartir tus experiencias resulta más un error que un acierto. Supongo que nos lleva a un estado de liberación sacar de dentro nuestras inquietudes. Podría decir que somos incluso más propensos a expresar las cosas malas y tristes que nos ocurren que la multitud de buenas cotidianas. Somos en general algo propensos a sentirnos desdichados, centrándonos en simples banalidades, deseando accesorios para nuestra vida que no podemos tener, creyendo que estos incrementarán valor a nuestra felicidad. Pero lo cierto es que tan sólo necesitamos sentir justamente que lo que sentimos, hacemos y pensamos mantienen algún tipo de equilibro cósmico, el cual nos genera armonía y paz con nosotros mismos.
Puedo contaros que yo lo experimenté en varios momentos de mi joven vida. Hay momentos clave en los que he visto cómo todos los aspectos de aquella eran favorecidos por el karma: mientras mejor actuaba de acuerdo a mis principios, mejores resultados eran los que obtenía. Sin embargo, hubo cosas que no sucedieron por un trato con el universo para que conspirase a mi favor. Hay casualidades, que por suerte o por sino, pueden tornar de repente todos tus esquemas, tus indecisiones, tus miedos, tus aspiraciones, revolotearlo todo cual mariposa, darles la vuelta, dejarte K.O. sin finalidad alguna, sólo el simple hecho de hacerte replantear todo aquello sobre lo cual solías tener criterio antes de dicha casualidad. Por todo ello creo firmemente en que uno no viaja hacia un lugar en concreto, sino hacia un lugar que se encuentra en el interior de uno mismo. Cada uno sabe sus motivos, los cuales les llevan a emprender su destino. Muchos, o en la gran mayoría de los casos, uno no sabe a dónde va ni qué es lo que busca, porque esto son necesidades que se plantean durante el viaje y, sencillamente, se revelan por si solas segundo avanzas. A veces un lugar es un estado de ánimo al que se quiere llegar pero al que cuesta acceder por diferentes razones, también por recordar vivencias pasadas nuestras e incluso ajenas y otras veces es básicamente una persona a la que accedes viajando o todo lo contrario…de la que huyes.
Imagino que todo aquél que lea esto pondrá momentos, sitios o caras especiales a medida que lo he ido explicando. Aunque siempre habrá algún escéptico al que le parezca una sarta de absurdeces que no merecen tiempo para pararse a meditarlas. Así que tras el inciso de que cada cual que se haya animado, analice su situación personal presente o pasada y sepa ubicarse en lo que hablo…continuaré a relatar lo que a mí me sucedió. Buena intuinción si has acertado en que mi opción de viaje fue la última escrita. Quizá en el momento que emprendí camino no sabía muy bien dónde me metía, me guié por impulsos que auguraban algo de provecho para mi vida en aquél momento y tuve la fortuna de acertar, vaya que si acerté. Tras salir de una relación tóxica con una persona tóxica (esas que se deben evitar a toda costa), resultaba complicado aventurarse en otra tan rápido, sin demasiados preámbulos. Todo aquél que haya salido con vida de algo así lo último que busca después es meterse de lleno con otra persona, para qué, pudiendo descansar merecidamente y centrarte en ti mismo.
Bien, queda claro que yo no me guié por la lógica y me arriesgué. Al fin y al cabo está demostrado que si no lo haces ya lo tienes todo perdido. Y yo siempre he sido algo insensata cuando trato con temas del corazón. Por ello decidí aceptar aquél bendito viaje e irme, sin dar muchas explicaciones porque yo también carecía de ellas.
No me fui muy lejos de casa y, pese a que siempre que me voy antes de irme ya la estoy añorando sea donde sea, en esta ocasión sentí este lugar como mi hogar. Lo más seguro fue porque la persona que me acompañó se convirtió en mi refugio y, con lo cual, en un nuevo hogar para mí. Aunque yo todavía no lo sabía. Es curioso cuando vayas donde vayas, si es con la persona adecuada, cualquier sitio se siente cálido y seguro. Allí estuve en total protección y libertad, algo muy difícil de lograr puesto que cualquiera puede quererte pero no saber quererte, dos cosas muy diferentes. Por norma general, quien bien te quiere sabrá que para ello debe dejarte ser en plena facultad de tus alas… Y os aseguro que el aire más puro jamás respirado en mi vida lo inhalé allí, entre aquellas montañas de calendario con los prados del verde más verde que tampoco nunca antes había visto.
Esto me demostró lo que me temía: no hay nada más bello que lo natural. Nada que haya inventado el hombre, por muy impactante que sea, por mucho síndrome de Stenthal que cause…puede superar la belleza del mundo en su estado más rústico y del humano despojado de todo aquello material que no necesita. Me di cuenta al instante que mi vida acababa de volver a empezar de una forma totalmente distinta al rumbo que antes llevaba. Desde luego existen lugares que, como algunas personas, poseen magia, pero este que descubrí no la tiene, porque a diferencia de otros, no necesita trucos. Así como el amor propio por el que comienzas a amar después, todo lo demás.
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