i viaje comenzó en 2012, cuando por fin vencí el miedo a salir de mí «zona de confort». Sé que últimamente se habla mucho de esto, y cada vez proliferan más coachers que nos intentan convencer de que debemos salir de esta zona para poder evolucionar en nuestra vida. Yo prefiero llamarlo «zona de conformismo», pero al margen del nombre que le queramos dar, he comprobado que es totalmente cierto.
Llevaba demasiado tiempo encerrada en mi «zona de conformismo» y después de sufrir un severo ataque de ansiedad en el trabajo propiciado entre otras cosas por lo harta que estaba de pretender llevar una vida que se ajustase lo máximo posible a los patrones establecidos por «nuestra sociedad», me sentía preparada para abandonarla, al menos por un tiempo.
Decidí dejar todo atrás y empezar de cero. Nuevo país, nuevo idioma, nuevos amigos, compartir piso con desconocidos, nuevo trabajo…..
Me consta que no soy la primera ni la única persona que ha hecho esto, y para los que os lo estáis planteando en este momento, solo puedo decir, ¡¡hacedlo!!
Obviamente, es más fácil cuando no tienes hijos, lo has dejado con tu pareja (como era mi caso) y tampoco tienes mascota. Pero aun así, la idea de estar tan lejos de mi familia y amigos y cambiar por completo mis rutinas, reconozco que me generaba cierta inquietud y dudas.
Nunca antes había viajado sola a otro país y mucho menos vivido o trabajado fuera de España.
Hasta este momento, siempre habían sido mi padre o mi pareja los que organizaban los viajes, y yo la que se dejaba llevar. Con mi padre porque no me quedaba otra, y con mi pareja porque directamente relegué la responsabilidad en él.
Pero esta vez no, en esta ocasión, para bien o para mal, era yo la única responsable de tomar decisiones.
Llegué sola a un país en el que había estado 5 años atrás con mi ex, y del que no recordaba absolutamente nada, ya que no había puesto ningún interés en saber como llegar a los sitios.
Tardé aproximadamente 3 horas en llegar a mi destino en metro, debido a los dos maletones que viajaban conmigo y a que no tenía muy claro que línea debía coger.
Por otra parte, preguntar a la gente tampoco me ayudaba mucho ya que en ese momento, apenas entendía lo que decían.
Yo nunca he tenido (ni tengo) buena orientación, lo cual dificulta bastante las cosas a la hora de moverse en un entorno desconocido. Además me encontré con otros «inconvenientes» añadidos, que incordiaban mucho más que el equipaje y mi mala orientación.
Mis inseparables compañeros; Miedo, inseguridad, y esa vocecita interior que poco a poco iba ganando terreno y que me repetía constantemente «pero dónde vas tú sola, te vas a perder, no entiendes los mapas, y eres una torpe que no habla inglés, y suma y sigue……..»
El comienzo fue duro pero muy emocionante a la vez. Tenía que hacer frente a un montón de situaciones nuevas y desconocidas para mí hasta ese momento, pero con todo, una fuerza interior me empujaba a seguir, a no darme por vencida, a mantener firme el pulso a esa vocecita que tanto se esforzaba por hacerme desistir y a ese tremendo miedo e inseguridad forjados a base de años de hacer «lo que se esperaba de mí»,
Hoy, cinco años después de comenzar mi gran viaje, no me arrepiento ni un solo día de la decisión que tomé. No solo por el enriquecimiento personal que he adquirido, los obstáculos que he superado y por todo lo que he aprendido y sigo aprendiendo.
Si no, porque a pesar de que mis miedos e inseguridades siempre me van a acompañar, y esa irritante vocecita es probable que nunca enmudezca, les he enseñado que soy yo la que conduce en este viaje, y que por mucho que insistan en frenarme, yo decido cuando parar.
Primero fue Londres, y ahora Bournemouth. No tengo una explicación concisa, pero Inglaterra, como dice un amigo «me ha atrapado en su red».
De lo que sí tengo certeza, es que, más allá del lugar en el que viva, para mí, el verdadero viaje ha sido y continúa siendo; Conocerme a mí misma, interiorizar, abrir mi mente a otras culturas, hacer nuevos amigos, superar retos y sobre todo, aprender a disfrutar y valorar este viaje sin retorno que comienza con nuestro primer aliento y que a veces olvidamos que tenemos el deber de aprovechar, explorar, y vivir al máximo, porque un día, como todo viaje, acabará.
¿ Os animáis a viajar?
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