IDA AL CIELO Y VUELTA A LA TIERRA

IDA AL CIELO Y VUELTA A LA TIERRA

Mi compañero de viaje tocaba el saxofón, llevábamos en nuestro maletero, un par de botas, un mapa y uno que otro libro, el viento acariciaba mi cabello mientras emprendíamos un largo camino hacia Suesca, “el pueblo de las montañas lo llaman”.

– ¿Qué tan altas serán las montañas allí?

– ¿Estas nerviosa?

– Es la primera vez que me aventuro a escalar, Jem.

EL notó en ella cierto aire de valentía y sonrió, Continuó tocando Jazz.

El paisaje era sublime, el sol iluminaba gran parte de la ventana superior del carro. Faltando poco para llegar a nuestro destino, dos turistas nos hicieron señas de que hiciéramos una parada.

Sin dudar lo hicimos, venían de Chile, un país vecino; nos bajamos del coche, estuvimos conversando un buen rato; luego quedamos en caminar lo que restara del camino, así apreciaríamos mejor el paisaje.

Mientras caminábamos observábamos las grandes montañas que se alzaban sobre nosotros, era maravilloso, cada movimiento era sublime, los vientos de agosto son los mejores, el frió en Suesca es bastante apreciable.

Encontramos una tienda artesanal en el camino, un par de mochileros se unían a nuestra travesía, veníamos de regiones y países diferentes, con culturas y gustos ajenos a nosotros, aun así teníamos algo en común, el gran sueño de aventurarnos a vivir una experiencia nómada; la gran experiencia de la supervivencia del hombre y la naturaleza.

El reloj marcaba las 6:15 p.m., empezaba a oscurecerse y la luna ahora había tomado el lugar del sol, iluminando el cielo.

En Suesca no había contaminación lumínica, no en el lugar en el que nos encontrábamos, así que podríamos apreciar la lluvia de estrellas que se alzaban ante nosotros.

Elegimos un buen lugar para acampar, compartimos gustos; historias de viajeros y demás.

Una de las viajeras citó una frase que poco tiempo después retumbaría en mi cabeza, “Un nómada no solo viaja a través de la tierra y del mar, viaja a través de la historia y del tiempo, adquiriendo conocimientos que determinarán las acciones del viajero a lo largo de su vida y lo harán mártir, empíricamente un hombre buscador de la verdad de la naturaleza propia del hombre”

Coincidimos con aquella viajera, en su fisionomía había tranquilidad, su aspecto era libertino, vestía Jeans rasgados y botas de cuero; llevaba en su morral un telescopio, el cual utilizamos esa noche para explorar el gran universo que se disponía frente a nosotros.

A la mañana siguiente nos disponíamos a empacar y caminar hacia las montañas más altas en Suesca.

Jem y yo tomamos nuestro equipaje para escalar.

Confieso que el miedo que había en mi interior cada vez se hacía más intenso.¡la altura era fascinante!

Mientras subíamos, dije en voz alta,

  • – ¡El hombre se ve tan pequeño desde aquí!

Jem respondió algo agitado por la altura a la que se precipitaba,

– ¿Dudas de la grandeza de la naturaleza?

Mientras subíamos pensé en este viaje tan particular, iba a dejar en aquella montaña el miedo que la altura me producía. El miedo tiene límites, Aquella mañana rompería con él, situación que realmente me excitaba.

Cada vez se podía apreciar la tierra mucho más lejana, pensé, “De ida al cielo y vuelta a la tierra”, eso significaba escalar, iría de roca en roca cada vez más cerca del cielo; dejando a la tierra a un lado y me aproximaría un poco más al lugar donde habitan las aves.

Había llegado el momento, Jem estaba emocionado, sentí el fervor de la adrenalina en su mirada, me alegre por él, por el contrario; yo temblaba del miedo, supongo que mis gestos delataban lo cobarde que me sentía.

Mientras escalábamos, sentí el vértigo recorriendo por todo mi cuerpo, las botas parecían estar más pequeñas, la montaña se movía alrededor, sentía estruendos revoloteando en mi cabeza, en cualquier momento resbalaría;me sujetaba tan fuerte que mis manos estaban ensangrentadas, el miedo es cruel; no podía conectar el cuerpo con la mente, al pasar de unos minutos me atreví a apreciar el paisaje desde ahí arriba; seguramente la cosa más maravillosa que he contemplado en mi vida, gracias a ello pude dejar a un lado el temor y la frustración.

Había llegado a la cima de la montaña, estaba tan cerca del sol que mis ojos ardían, el frio cada vez se tornaba más intenso; mi cuerpo entero temblaba, Jem agitado, contemplaba la grandeza de la naturaleza, las hojas de los arboles caían; el viento de agosto abrazaba la sabana de Suesca, luego de un tiempo; nos disponíamos a bajar y regresar a la tierra.

Aquel viaje le había dado a mi vida, coraje, la satisfacción que aquello me producía nunca lo olvidaría, Recordé una cita que había leído días atrás en un libro y le halle la razón,

“Bueno, no sé gran cosa del mar pero si sé que aquí es así. Y también sé lo importante que es en la vida no necesariamente ser fuerte sino sentirse fuerte, medir tu capacidad al menos una vez, hallarte al menos una vez en el estado más primitivo del ser humano, enfrentarte solo a la piedra ciega y sorda sin nada que te ayude, salvo las manos y la cabeza.” Jon Krakauer

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