UN TRABAJO DE ALTURA

No me entra en la cabeza que, por el puto antojo de un sopas, le cambie la vida a uno… ¡cagüen la madre que lo parió!… ¡el culpable de esta puta vida!

Aquel día no se me va del tarro, lo tengo aquí en el entrecejo. Llegamos con el equipo al décimo piso, deslomaos y con la lengua fuera y nos abre la puerta un pijo con voz de flauta y con bata de madán: “¿Sois los del aire acondicionado?, ya es hora de que vengáis… ¡hace un calor de justicia!” ¡Gilipollas!Y detrás… el mamonazo del jefe, sin dejarnos resollar, jodiendo como siempre, a apretarnos las clavijas al Fernan y a mí. “¡Venga coño, más rápido!… ya tenía que estar funcionando” Y un cuerno tuyo… cabrón. Siempre en plan sargento chusquero.

Quitamos las ventanas correderas. “Poned la máquina ahí, en ese saliente” gritó. Me asomé a verlo, y… ¡oye…! me quedé pasmao. “Pero si eso es un enfoscao de chicha y nabo, una mierda… ¡no aguanta el peso!” “¿Y qué?” vociferó el baranda “los señores quieren que el aparato esté disimulado en la fachada, así que anclarlo ahí, y menos quejas… ¡a lo que estamos!”

Yo no lo veía claro, oye… y le insistí: “la pared ahí no tiene cuerpo, hay que buscar otro sitio más firme”. Pero nada, que si quieres arroz…. Estirao, como si se hubiera tragao un estoque, suelta: “los señores quieren así, y el cliente siempre tiene razón”. Mira, como le dije al sabiondo: “si el cliente no entiende ni papa, le tendrá que asesorar un profesional ¡no! y, luego, que decida él… ¿sabes?… Venimos a trabajar bien, no a bailar el agua a nadie”.

Pues nada, no dieron su brazo a torcer, ni uno ni otro. Bueno ¡ya sabes!, donde hay patrón… Ahora que por mí que no quede, me sobran huevos pa pringar y colgarme donde sea, que yo no me arrugo por la altura. Así que… con un par de cojones… ¡al ruedo!

Cogí el taladro y saqué to el cuerpo por la ventana, la calle parecía una maqueta ¡si vieras!, los bugas se veían como un excalestric.

Boca abajo, y to fuera, sólo dejé dentro los pies. Me los agarró con una fuerza de la hostia el Fernan. Menos mal que me tranquilizaba con sus chorradas: “¿te habrás duchao hoy? ¡eh capullo!… que con el sudor se escurren las manos…” Me hacía reír… y yo, con la sangre en la cabeza, le gritaba: “¡mariconazo, agárrate bien! que, como me caiga, te inflo a hostias…” Me sentía seguro con él. Anudó la cinta de la persiana a la pierna, y era imposible caerme. Qué legal es el Fernan…el mejor colega que tengo… Decía “¡que no se te ocurra caerte hoy, gilipichi!… que luego estoy to la noche pringao en el tanatorio… y me jodes la partida”. Cuando me decía esas cosas, aunque sean una gilipollez, me sentía tan tranquilo en el aire como en tierra.

Al primer golpe del taladro percutor, se desmoronó todo… ¡la madre que lo parió!, no había tío que hiciera un agujero en condiciones… ¡vaya mierda de pared!… Se oía al mamón del piso: “¡ahí!… ¡ahí!.. ¡ese es su sitio!

El Fernan y yo sudábamos chorros por el careto. Pero ¡joder!… no íbamos a tirar la toalla, somos profesionales ¡no! Pues… ¡qué cojones!… ¡Al toro!

Conseguimos, por fin, sujetar los anclajes de las palomillas en la pared. Entre los dos, sacamos a duras penas, con una maroma, el compresor para apoyarlo en los soportes ¡Pesaba un huevo! Pusimos una mano cada uno a los lados de la máquina y con la otra, estirada a tope, nos sujetamos en el marco de la ventana. Lo fuimos deslizando poco a poco. Pero… cuando lo teníamos totalmente en vilo, y sólo faltaba un pelímetro pa atornillarlo, empezó a moverse de un lado a otro, y… claro… entre quitar la mano de la ventana pa agarrarlo mejor, o quitarla del aparato, pues… ¡lo normal!: soltamos la del aparato: ¡a tomar pol culo!… ¡se escapó a toda pastilla!… ¡joder cómo cayó!… ¡en picao!, sin decir agua va. ¡La hostia!, según bajaba se veía cada vez más pequeño.

Al estrellarse el bicho contra el suelo debió de hacer un ruido del copón. Yo no me enteré. En la ambulancia donde me llevaron pa quitarme el soponcio, me dijeron que el compresor había caído encima de un peatón… que lo dejó tieso, y… que era ¡el dueño del piso!, que vigilaba la obra desde la acera. También… ¡tiene mala chorra este tío! ¡vaya pupas! Según dijeron, parece ser que él no quería poner aire acondicionado, y que consintió pa darle gusto a la parienta… que siempre decía que estos aparatos son malos pa la salud. Pues… ¡lo comprobó de lleno!

Me encerraron aquí, en la trena, y al Fernan lo llevaron a la de Ocaña, “pa que no nos conchabásemos” decían. Estoy esperando que salga el juicio. Según dice el abogao, nos “absolverán por ser accidente fortuito” o… algo así, y dice que al cabrito del baranda se le ha caído to el equipo, por no sé qué chanchullo de no tenernos aseguraos… oeso. Aquí, aprovecho el tiempo y voy a to los talleres que puedo. Entré apenas sabiendo leer y escribir, y he aprendido mogollón. Ya he leído dos libros enteros de un dedo de gordo cada uno. Me han pedido que lea El Quijote. Parece un tocho mu gordo, de unos tres dedos, pero… como en el curro… ¡yo no me arrugo por ná!, así que… con un par de huevos…

Me acuerdo to los días del Fernan… ¡qué bien lo pasábamos los dos colgaos como murciélagos!… y… ¡con qué buen rollo!… ¿Qué estará haciendo ahora él?…

Transcripción de la declaración realizada por el recluso Miguel Campos a la Psicóloga de la prisión de Alcalá-Meco. Respetando las formas de expresión, la ortografía y lossignos de puntuación han sido corregidos por la Psicóloga.

Pascual Rebollo

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