Allí estaba, sucio y hambriento. Cubierto de sueños rotos y amarga nostalgia. Junto a mí, un par de hojas perfectamente grapadas. Mi nombre completo en la parte superior, seguido de veinte líneas llenas de mentiras e hipérboles. El traje azul roto y los zapatos estropeados. La noche había durado dos eternidades y el sol comenzaba a hacer gala de su belleza, pero a través de mis ojos, incluso el arco iris se tornaba gris. La causa del velo que se cernía sobre mi alma: Aquella oficina, y la absurda entrevista de trabajo, y aquella mujer seria con su mirada fría, y el sobre que me dio, lleno de palabras vacías y falsas promesas, y finalmente las dos malditas palabras: “está contratado”, ancladas a una vida insatisfactoria, con colores grises e ilusiones perdidas, con la premisa de que el dinero lo compra todo, y con el alma hecha pedazos, escondida en algún rincón. “Me liberaré” pensé mientras me rendía a la oscuridad que me reclamaba.

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