Una vez más voy a trabajar, como lo llevo haciendo mucho, pero que mucho tiempo, demasiado, diría yo. Ya ni me acuerdo del día que comencé mí vida laboral, solo se que era muy joven e inexperto, las interminables jornadas me resultaban largas y tediosas.
A lo largo de todo este tiempo, he pasado por muchos departamentos dentro de la empresa, unos mejores, otros un poco más, y los más un suplicio.
Hoy por hoy, y contando con una larga y solida experiencia, mis «queridísimos» jefes me han proporcionado un puesto bastante relajado, sin tensiones ni agobios, ya que los años van pesando en el cuerpo, y la mente no viaja tan veloz como en mi juventud.
No es un trabajo físico, en el que acabe agotado, pero acabas con la mente echa trocitos al finalizar la jornada laboral. Sobre todo antes había mucha tensión. El hecho de realizar muchísimas actividades, que sabes que hay que llevar a cabo por ser ordenes directas de los de arriba, pero que mi pobre mente en un tibio intento de protesta, me grita que no son correctas. Por ello, algo ahí dentro chirría, y como digo, con el paso de estos innumerables años, mucha » maquinaria » cerebral fue averiándose irremediablemente.
Una vez más, voy a trabajar, rodeado de una multitud de almas, que como yo, pasamos la mayor parte de nuestra vida realizando tareas ingratas y como no…¡ mal pagadas!
Nos aproximamos a las altas torres, altas y sombrías, nos aproximamos cabizbajos y en silencio, no hay ganas de conversar. Cada cual se va dirigiendo a la suya, siendo engullidos por estas, como comida para unos antiguos y altivos monstruos que devoran ansiosamente su alimento diario.
Yo por mi parte hago lo mismo, cruzo el umbral, y como todos los días me invade esa oscura sensación, ese desagradable olor a rancio, esa sensación de vacío que penetra por tus ojos al contemplar las frías paredes, esos largos pasillos que te llaman en susurros.
Como ya he contado, el puesto que hoy en día ocupo, puede considerarse de los más relajados y apetecibles de todos los que he ocupado. He pasado por todas las torres, y ahora que lo pienso, un escalofrío me recorre la columna vertebral…¡ no sé como lo he podido aguantar !
Subo hasta la ultima planta, y me dirijo hacia el escritorio donde realizo las funciones propias de mi puesto. Suspiro, y miro por la ventana viendo lo que mi triste mirada observa todos los días…nubes oscuras sobre el horizonte.
Te preguntarás en que trabajo, mi puesto en concreto es el de coordinador general del dolor, ubicado en la sección de » leves». La torre en la que trabajo se denomina «ENFERMEDAD» , y ya os digo que de todas, es la más suave de todas ellas, cuyos nombres son :»ODIO»,»MALDAD»,»IRA»,»GUERRA»,»SUFRIMIENTO» y «MUERTE».
Te habrás quedado de piedra, o por el contrario estarás partiéndote de risa pensando que estoy loco…pero es la verdad. Mi función y la función de todos mis compañeros en sus torres, es la de provocar esas sensaciones en el alma de las persona, sensaciones poderosas que nutren y alimentan a nuestros «queridísimos» jefes a lo largo de su vida.
No me culpes por esto…es mi trabajo, no se hacer otra cosa, digamos que nací para ello, aunque lo odie.
Hubo alguien hace mucho tiempo que me contó una leyenda, en algún lejano lugar había otras torres, estas luminosas y llenas de vida, donde todos eran felices…¡pero solo es una leyenda!
FIN
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