Mi madre era una mujer incansable, tenía tiempo para atender su hogar y dedicarle horas al tejido…sus manos iban y venían, en esa máquina que ocupaba un lugar en nuestra casa.
Nunca escuché una queja de su parte, ni un » estoy cansada»; era la primera en levantarse y la última en conciliar el sueño.
Nosotros lucíamos felices los pullovers y bufandas que ella nos tejía y que también vendía, para aportar dinero a casa y ayudar a mi padre.
Mujer de oro…orgullo de mi vida.
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