…..Quizás porque comencé desde muy chiquito y adquirí un temprano conocimiento de lo que significaba trabajar, siempre haya tratado de buscar la «felicidad en el trabajo».
Después de muchos años, diferentes empleos y pluriempleos, continúo buscando la felicidad en él, como quien levanta tapas de yogures en las que viene escrito: » sigue buscando, hay miles de premios «. A veces las he encontrado….tantas como la ambición me las ha arrebatado. Torero económico que esclaviza y somete hasta clavar tu suerte en la arena.
Tal vez sea matemática pura. A mayor ambición, mayor responsabilidad. Responsabilidad equivalente a falta de libertad. Falta de libertad es similar a la ausencia de felicidad. Trabajar más horas te restará otras tantas de vivir…a lo mejor para terminar recostado en un sofá más caro, en el cual dejarás de descansar esas mismas horas que sacrificaste. El tiempo así se va escapando y te olvidas de soñar. Y de pronto….un día eres consciente y eliges entre continuar con esa ambición o cambiar y poder volver a soñar.
¡ Cuántas veces he elegido cambiar y me he reencontrado con la felicidad !
De pequeñito a la vera de mi madre, entre mercaderes y feriantes, crecí en la venta ambulante. Vendiendo artesanía, pulseras, collares y bisutería. Otras veces ropa importada. Dependiendo de la estación del año y del resultado de ventas. Comiendo y durmiendo,siempre, fuera de casa. Haciendo rutas a veces hacia el sol que más calentaba. Era feliz, porque era mi infancia y no me faltaba de nada.
En mi adolescencia acabé bachiller y decidí continuar con una actividad que estaba en declive, ayudada en ese decaimiento por las grandes superficies. Los hábitos en la gente comenzaban a cambiar, se incrementó el consumo y se asesinó incluso a la Navidad. El trabajo que me daba libertad y felicidad se había convertido en una quimera que sólo me daba quebraderos de cabeza. Y abandoné, aunque no en su totalidad, porque precisaba estabilidad.
Esa estabilidad me la daba un contrato a media jornada de nueve a doce horas diarias, preparando unas 1400 hamburguesas a la semana, unos 500 perritos, unos 500 sandwich…etc… Fuí feliz cuando cobré mi primer sueldo por cuenta ajena, pero un año bastó para cansarme de estar bajo los látigos de un jefe y una estresante cocina que flagelaban mi mente. Me fui, dejando las puertas abiertas. Pero sabía que no volvería.
Al día siguiente ya tenía un trabajo que me había buscado en las pocas horas que me sobraban en mi trabajo de «ayudante de cocina, estando solo». Empecé a limpiar coches nuevos en cadena. Y los fines de semana y vacaciones me desfogaba vendiendo en fiestas, ferias y lo que coincidiese. Casi dos años en los que pasé de limpiar a cambiar aceite y valbulina, en un foso, de los coches nuevos que pasaban por él. Y acabé con una carpetita, debajo del brazo, peritando las anomalías de dichos coches, sobrándome tres cuartas partes de mis ocho horas de trabajo. Cualquiera lo envidiaría, pues vivía bien ( visto desde fuera ), pero la zapatilla de un vago, amargado, ignorante y osado encargado no dejaba de pisarme. Así tampoco podía ser feliz. Entonces, también volví a buscar empleo en el tiempo que me restaba al día.
Llegó el boom de la construcción y comencé de peón, más tarde oficial de segunda, despues de primera y finalmente, cuando se dejó de construir, autónomo de albañilería y reformas. A mayor responsabilidad…..
Más de 20 años en el sector de la construcción. Con etapas buenas y otras buscando la felicidad. En éstos años, siempre que me sobrevino el aburrimiento o la amargura que puede llegar a consecuencia de la dureza de éste oficio, lo intenté con otros empleos, tales como: Operario en una cadena de producción de piezas de carrocerías de coches, mozo de almacén en un taller del metal…y algún otro. Pero es dificil trabajar en una nave para alguien como yo, que se crió y trabajó en la calle , con la libertad que te da ésta.
La experiencia por cuenta ajena me enseñó a lidiar con jefes y encargados, unos buenos, otros muy buenos y otros infelices y amargados. Amargados, quizás por una responsabilidad demasiado grande para mentes ambiciosas que se hicieron pequeñas y estrechas.
La experiencia por cuenta propia, en cambio, me da libertad. Sigo en periodo de aprendizaje con los clientes, pues los caracteres y personalidades, aunque existan patrones, son múltiples. La paciencia es el capote para poder lidiar. El resto…¿ el resto ?…El resto no es un jardín de rosas. El esfuerzo físico termina pasando factura. Las *gomas» de laa articulaciones de la máquina humana se degeneran. Maltratándolas, aun más. Y soy consciente. La felicidad veo que, de seguir así, la voy a perder por achaques prematuros….. Tal vez volvió a ser la ambición.
…..Y cambias….cambio….¿porqué? porque lo necesito. Porque necesito reencontrarme en el trabajo con la felicidad.
Nunca es tarde. Tu peor enemigo es no mirar en tu caja de herramientas.
«Buscando la felicidad en el trabajo». (Isidro Lavín»).
OPINIONES Y COMENTARIOS