Tengo un trabajo no remunerado en la mayor organización del país. El trabajo consiste en salir de la organización, al estilo de los tan de moda “escape rooms”. Si te atascas, puedes también pedir pistas. Les llaman cursos de formación para desempleados.
Mi trabajo consiste en buscar trabajo. Tengo la aspiración de encontrarlo pero no convierto su correlato, el que me contraten, en obligación específica de nadie, no lo exijo a personas concretas.
Para todo piden experiencia, pero si hicieran igual al nacer, sólo habría reencarnaciones. Esta mañana leía un cuento de Valle-Inclán titulado “¡Malpocado!” en el que una abuela busca “amo” a su nieto para que se gane el sustento. Se carea con un ciego del que acabará siendo criado, y aquél le pregunta si sabe coplas. El rapaz responde: “En aprendiendo, sí, señor.” Creo que si llegase a más entrevistas podría decir eso, y lo tendría por buena respuesta. Pero da la impresión de que quieren o necesitan experiencia específica. Tampoco conozco la perspectiva de las empresas: quizá van tan apuradas que no pueden esperar un tiempo de aprendizaje, o tienen suficientes alternativas de gente que sí tiene automatizadas las tareas que precisan.
Los oficios para los que he aprendido y en los que he ejercido están en su mayoría en las grandes urbes, ¡milagros de la centralización y la eficiencia de escala! Pero las grandes urbes me inducen un agobio telúrico. Así que quiero estar aquí, pero estoy preparado para ganarme la vida allí. Como si dijéramos que me preparé para profesor de buceo pero deseo vivir en el interior. Así que he de reciclarme. Aunque confío en que parte de mi experiencia sea aprovechable para lo que venga, he pedido pista: he comenzado un curso de informática.
¡Deseadme suerte!
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