TRABAJAR PARA VIVIR

TRABAJAR PARA VIVIR

Vic Ju

22/04/2017

Séneca fue el encargado de recibirme. A primera vista parecía indio, pero su estilo occidental y su lenguaje corporal desconcertaban.

Nos sentamos en una mesa y me dio un papel con mis tareas como personal del restaurante que empezaría a partir de mañana.

Se encendió un cigarro y antes de que se acabara se encendió otro con el mismo, y así cigarro tras cigarro me fue contando su historia sin tapujos.

Había nacido En Sri Lanka y al año fue adoptado por un matrimonio holandés. Nunca superó que lo arrancaran de los brazos de su madre y de la jungla. Ahora 28 años después lo había dejado todo para reencontrarse con sus raíces y paliar ese dolor que le había perturbado durante toda su vida.

Parezco indio y hablo holandés, estoy completamente perdido.

Su manera de contar su historia la convertían en una comedia dramática. Séneca era más divertido de lo que él pensaba.

No me dejó hablar y yo poco tenía que añadir a su historia.

Un paquete de cigarros más tarde un chico moreno y esbelto de ojos brillantes aparcó la moto al lado de la terraza del restaurante. Era muy guapo y desprendía frescor de recién duchado.

Me quité la coleta con disimulo.

Yaggo me llevó a la granja. Durante el trayecto nos fuimos conociendo. Era de Brasil trabajaba en la granja y su novia en el restaurante, así que ya me podía recoger el pelo.

El terreno estaba descuidado pues solo los voluntarios cuidaban de él unas horas a cambio de comida y alojamiento por un tiempo insuficiente para sacarle máximo partido. Este tipo de trabajos eran típicos entre viajeros.

Saskia salió de la casita de madera y paja donde viviríamos los voluntarios. Tenía el pelo californiano y vestía una falda de flores hasta los tobillos.

Hi!, dije

Me respondió con un abrazo.

Su sonrisa brillaba tanto como los ojos de Yaggo.

Saskia era alemana de nacimiento. Era una de esas personas que han nacido en otro país del que son en realidad por fallos técnicos del Universo. Estas personas nunca logran encajar hasta que vuelven al lugar donde tenían que haber nacido. He conocido algunas personas así: una francesa india, una coreana alemana, un mexicano indonesio…

Saskia tuvo que conocer a Yaggo para darse cuenta de que era brasileña.

Chandra era la novia de Séneca. Su verdadero nombre era Inme y no hacía falta mucha imaginación para ver en ella a la niña pelirroja con gafitas y aparato desintegrada en la escuela años atrás. Durante su vida todos dudaron de sus facultades intelectuales debido a su poca expresividad facial. Pocos vieron a una genia capaz de escuchar durante horas las neurosis de su novio y del que se pusiera por delante.

A los 12 años decidió hacerse vegetariana, a los 15 volver a llorar, a los 18 se cambio de nombre (Chandra significa luna), y a los 23 decidió acompañar a Séneca en su aventura.

Nunca los vi darse un beso. Sus discusiones a diario lejos de incomodar a los presentes, les daban ganas de reír.

Se conocieron por Internet en un grupo de veganos. Al principio de la relación salían frecuentemente a cenar y pasaban la velada cogidos de la mano. Nunca habían ido al cine juntos y al parecer el sexo les iba genial. Eran una pareja peculiar y ninguno de los 2 entendían que hacían el uno con el otro pero en última instancia a ella él le parecía diferente. y a él ella le parecía la chica más dulce que había conocido jamás.

Cuando se conocieron Chandra trabajaba de stripper.

Además de ellos Martin, Ari, y los hippys ingleses pasaron por la granja durante mi estancia, pero estas parejas por casualidad o ley de atracción permanecieron más tiempo cerca mío.

Trabajaba en el restaurante unas horas. Se llamaba Mother’ s Grace. El nombre se lo había puesto Radika. Trabajaba como profesora en la Universidad de Pondicherry y un día comiendo con su hija en ese mismo lugar, el propietario les ofreció el traspaso. La idea les pareció una gracia divina y aceptaron la oferta.

El restaurante solo producía pérdidas económicas pero grandes ganancias sociales. A Radika no le hacía falta el dinero pero sí relacionarse con personas de su misma cultura. Era india occidental y los voluntarios le traían ideas invisibles en una sociedad retrógada como la india.

El único personal fijo era el de la cocina compuesto por Tamil, Enya y Pamila. Eran locales de la región de Tamil Nadu y muy perezosas. Siempre miraban como íbamos vestidas y comentaban. A veces se dormían en el suelo de la cocina y había que despertarlas cuando venía algún cliente.

Radika ardía en cólera cada vez que entraba en la cocina. Era una mujer de carácter, jefa y profesora en todos los ámbitos de su vida. Cuando hablábamos en grupo nos cedía la palabra. Sus frases eran sentencias y carecía del don de escuchar.

Por la noche nos reuníamos todos en la granja alrededor de la hoguera,contábamos historias y compartíamos planes.

Yaggo y Saskia viajaban para aprender permacultura. Su sueño era comprar un terreno y cultivarlo. Por la noche Yaggo cantaría y tocaría bossa nova con la guitarra como el concierto que nos dio aquella noche, mientras Saskia bailaría con los pies descalzos sobre el barro vestida de gitana.

Chandra y Séneca montarían un albergue en la jungla en Sri Lanka.

Todos tenían claro que trabajarían para vivir.

Yo en cambio, a veces dudaba de mi elección.

En los ratos libres íbamos a Auroville. Una comunidad independiente de India con moneda propia, fundada bajo principios y valores que permitieran a los hombres vivir en harmonía y paz. Hacían talleres, conciertos, proyectaban películas…

Un día tumbada en la hamaca la brisa hizo resbalar pequeñas florecillas desde mi rostro a mi libro interrumpiendo mi lectura. En ese momento comprendí por qué estaba allí y por qué había escogido ese camino. Todo estaba pasando para que esas flores rozaran mi cara.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS