EN HORARIO DE REUNIONES DE TRABAJO

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No dije que lo sabía. No hizo falta.

Mi mujer se encargó de desvelarlo. Se volvió hacia mí, me miró entre sorprendida e indignada.

– ¡Pero si estabas allí, cómo te callas ahora! Luego se dirigió al resto del grupo.

– ¡Claro que lo sabe!

Sí, lo sabía, pero malditas las ganas que tenía de airearlo. Raúl era mi amigo, mucho más que los que estaban allí, ávidos de afirmarse en la veracidad del cotilleo que circulaba desde el sábado pasado.

– ¡En ese momento conversaba con el gerente! – solté en defensa.

Y era cierto, pero alcancé a ver a Raúl con la secretaria, entrando en el aseo privado.

Nuestras reuniones de trabajo en la delegación de Mallorca siempre terminan en éste tipo de charlas. No es que no negociemos, planifiquemos y demás, pero siempre el verdadero interés, la diversión, se va por esos vericuetos personales.

Lo del eclipse reciente me generó cuestiones, preguntas, sensaciones. Las comparé con nuestra vida en la empresa, quizás porque a veces me fatiga, me aburre y prefiero encontrarle analogías, con la vida, con el tiempo, con la naturaleza. Eclipse, eclíptico, ecléctico, clepsidra….Sí, suena bien, como gotas de agua en una fuente. ¿Sabés que además puede ser «La inmersión total o parcial de un cuerpo celeste que brilla, por reflexión de la luz de otro, en la sombra de un tercero»?. Complicado. Ahora -¿antes?- quizás del tuyo, por la luz de algún otro sobre la sombra de Enrique. ¿Decime, lo querés todavía, o simplemente añoras su absoluta estabilidad burguesa?

Me lo encontré por aquí el otro día, sabrás que lo han nombrado inspector del área mediterránea. Tu ex no te lo dijo todo. De todas formas lo reconozco, a veces soy oscuro, se me apaga la luz, me auto eclipso y hago mutis por el foro. No es necesario que alguien me haga sombra, es una de esas limitaciones que reconozco y asumo, pero no venzo. Vos lo sabes, lo padeces, como le pasa a mi mujer. Lo cierto es que al Enriquito, tu admirado actor dramático, lo sacudí saliendo del paddle hace ya más de un mes. Me dolió hacerlo, porque siempre lo respeté en el trabajo, pero se puso pesado, me subvirtió la amistad y las aguantaderas hablando de cuentas y relaciones.

Arrancó con eso de que no te trato como te mereces, que te niego lo que necesitas, que no te…., lo suficiente, que necesitas mucho más amor, y sobre todo más sexo, del bueno, y que yo no sé, no quiero, o…, no puedo dártelo, y que por eso te alejas, te apagas, te entristeces. Y ahí justo me encajó el final de la escena, así, de sopetón melodramático:

-¡Si no eres capaz con ese pedazo de mujer…, es que..! – Lo soltó como hacia el aire, dejando el colofón colgado, como los viejos actores de recitado, haciendo casi pucheros, sin atreverse a terminar la frase, a dirigirla a mí. Luego se puso tierno, acercó su mano y acarició mi cara.

– ¡Pablo, ya lo sabes, soy bisexual, no quería reconocerlo, pero la vida de teatro que llevamos en éste trabajo me ha abierto los ojos…!

Y sin dejar de actuar terminó con una descarada mirada de soslayo. Justo ahí, olvidando que es mi jefe de área, con todas mis fuerzas para ver si reaccionaba, y dejaba de hacerse la loca, le aticé una cachetada que fue a darle justo en la parte superior de la mejilla izquierda. Supongo que de ahí le vino su sobrenombre actual, lo de «Eclipse», por su ojo a la funerala. Desde entonces evito verlo, o que se acerque a mi mujer en las tertulias a relatarle el anecdotario mientras le acaricia los hombros, prefiero mantenerlo en la oscuridad, al menos por ahora y hasta que regresemos a la península.

Luego me enteré, gracias a ella -mi mujer- siempre atenta a las novedades, que el Fernando de la reunión que se apareció por allí, es en realidad el supuesto amante que se ha echado, en esta etapa de auto descubrimiento de su «sexualidad diversa», tu ex, cosa que no para de airear, mientras no deja de follarse a Carolina. Sí, has leído bien: Carolina, la jefa de electrodomésticos de aquí, que tú recomendaste para que dejase tranquilo a tu marido allí.

Gatita, me preguntas tantas cosas que me siento incapaz de contarte ahora sobre todas ellas. Nos alojamos en el hotel donde tú y yo estuvimos juntos por primera vez. ¿Te acordás? Es mi forma de añorarte, de pensar en ti. El otro día, paseando por la playa en un intermedio de reuniones, recordé aquellos versos que te enlacé entonces, mientras hurgaba en tu cuerpo tendido:

«Cuerpo de mujer en la playa, / me confunde tu soledad de arena, / esa dulce desgana, tu abandono, / el resplandor solar sobre tus dunas, / la oscura incertidumbre imaginada de tus huecos, / el vuelo esperanzador de tu bikini / agitado por el aire.»

Por cierto: ¿Sabes algo sobre mi ascenso prometido?

Chau Gatita. ¡Miau-Miau y Frou-Frou!

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