Quién me hubiera dicho a mí que acabaría en este lugar… Solamente se escuchan movilizaciones y protestas absurdas. Lo único que me consuela ante esta situación es recordar aquella famosa frase de mi madre: «Sea lo que fuere que hagas hoy, mañana recibirás alguna querella. Por ello, escoge siempre la opción que más desees.» Siempre me la repetía cuando quería abandonar algún proyecto.
Sin embargo, la única conclusión a la que he llegado en este trabajo es la siguiente: ¿A alguien acaso le importa realmente algo más que uno mismo? No importa los esfuerzos que realices por la población, como algunos lo hacen mal, te meten en el mismo saco que a todos. De igual manera que no todos los ciudadanos incumplen las leyes, no todos los políticos somos unos timadores egoístas. En mi caso, desde que era pequeño me ha interesado ayudar a las personas; crecí queriendo ser abogado. Empecé a escribir todas mis ideas y conclusiones por aquél entonces, y aquí continúo. Ayuda mucho echar la vista atrás y ver cómo madura uno. Lentamente me di cuenta de que podía hacer cosas mucho más grandes que estar encerrado en un despacho, y así fui evolucionando hasta llegar a ser político. A pesar de todos los ignorantes que nos delatan de ladrones sin conocernos, no me rindo; pongo toda mi buena fe en lo que hago para cambiar esa sucia percepción que nos tiene España.
– Disculpe señor López, le están esperando para la reunión.
– Ahora mismo voy. Gracias por avisarme. – Cerré el cuaderno de reflexiones de forma inmediata. Mientras caminaba decidido a la sala que tanto me conoce, me enderezaba mi corbata favorita.
– Llega tarde.- Me dijo el jefe con un tono robusto.
– Disculpe, no se volverá a repetir.- No me quedaba otra que disculparme, a pesar de que la culpa fuera de ellos por no haberme avisado con antelación.
La mirada que se clavó en mí a continuación hizo que se me embarullara la corbata. Rosalía es, en mi humilde opinión, una mujer maravillosa. Esos ojos pardos, acaramelados y despiertos provocan en cualquiera un espantoso deleite. La conocí en la facultad, también quería ser abogada. Sin embargo, después se desvió a la carrera de contabilidad. Reconozco que me ayudó con alguna que otra asignatura de esa rama, y aprobé gracias a la magia que me transmite.
– ¿… señor López?
– Perdone, ¿qué ha dicho?
– ¿Quiere un café? Se lo he preguntado dos veces.- Ana siempre se ofrece a traernos el café en este tipo de reuniones. No he tenido muy buena relación con ella desde que empecé a trabajar aquí.
– Sí, descafeinado por favor.- Se fue meneando la coleta. Siempre lo hace cuando se siente molesta, que suele ser la mayor parte del tiempo.
– Bueno López, hablemos como colegas.- Me da miedo cuando el jefe utiliza esa expresión.- Estamos todos aquí reunidos para hablar sobre tu forma de hacer las cosas… Es demasiado independiente, tienes que adaptarte más a nuestro proyecto.- Lo que pasa después no es digno de ser recordado. Me dieron un ultimátum para que pensara más en los beneficios que traería la campaña, no les importaban los ciudadanos ni las leyes.
– ¿Me está diciendo que le da igual saltarse la ley con tal de contribuir que nuestro partido gane las elecciones? – Intenté mantener la calma. Para ello, me limité a escuchar sin pronunciar palabra.
– Estamos perdiendo dinero Pablo, tenemos que empezar a pensar con ánimo de lucro, aunque sea hasta cierto punto. – No podía creer que Rosalía estuviera de acuerdo. Sentí una enorme decepción con todos ellos. Ganábamos suficiente para mantener o bajar un poco nuestros salarios, no hacía falta cambiar nada.
A medida que continuaban hablando, me dí cuenta de que habían formado un complot para ganar dinero negro aprovechando la campaña. Así, podrían comprar los suficientes votantes como para dar pasos agigantados a la hora de ganar las elecciones. De repente, ante mis ojos, la política que tanto adoraba se había transformado en la gallina de huevos de oro.
– Si no estás de acuerdo, en un plazo de treinta días esperamos tu dimisión.
Esa frase me destruyó. No sólo a mí, sino al sueño de ese niño que creció queriendo ayudar a los demás de forma profesional. El silencio que hubo a continuación en toda la sala retumbaba en mi cabeza, no sabía que contestar. Por un lado, no estaba de acuerdo con ninguno de esos sinvergüenzas, pero por otro, no podía bajarme de ese tren, de esa aspiración que tanto me había costado conseguir.
– Nadie se va a enterar de esto. Todo va a salir bien, somos muchos los que trataremos este asunto.- La mirada de Rosalía me tranquilizó. Llevo seis años enamorado de ella, así que la locura irracional del amor y de mis metas me llevó, finalmente, a decidirme.
– Está bien. Me quedo.
Hubo gritos de alegría. Sacaron dos botellas de champán francés de debajo de la mesa y brindamos por la unión del equipo. Sólo tomamos una copa. Fue un brindis rápido, pero muy intenso.
– Ha escogido la respuesta ganadora, señor López. Le subiré su salario este mes.- Tras dedicarme su mejor sonrisa, el jefe me dio una palmada en la espalda y me dijo que esa reunión, como buen equipo que somos, debe quedarse entre nosotros.
– ¿Qué te parece si esta noche quedamos tú y yo para celebrarlo? Hace meses que no tenemos un rato juntos como compañeros.- Me dijo Rosalía con una sonrisa brillante. No pude evitarlo; mi respuesta fue el reflejo de ese resplandor.
Y así, en un instante, mi vida cambió para siempre. Rosalía quería algo más que amistad y mi jefe me había dado un aumento, aunque por el momento fuera pequeño. Ganar la lotería se convirtió para mi en un juego de principiantes, ya que el verdadero juego acababa de empezar: mis ambiciones habían crecido.
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