Una historia bajo lágrimas.

Una historia bajo lágrimas.

«Ni el sol, ni la lluvia, ni siquiera las humillaciones que he soportado a través del tiempo que he sobrevivido gracias a este oficio, me harán desalentarme un poco cada día más. !Ah¡, Pero duele, duele demasiado el no haber logrado ni una de mis metas» Desubicado como cualquier adolescente en su etapa me sentí extremadamente confundido, desilusionado con mi vida, poco satisfecho con lo que algún día podría llegar a lograr, llegué a gritarle a mamá, llegué a tirarle encima la puerta porque me sentía tan insatisfecho con mi vida, pero ella nunca logró adivinar lo que pasaba por mi mente, no conoció nunca mi más profundo sueño y no era su culpa, era mía por no haber confiado en sus palabras, por haberla subestimado de que pudiese ayudar en algo; ahora miro a los chicos que me observan como si fuera nadie, miro como me lanzan miradas de desprecio y frases de desdén y pienso «los ultrajes y malos tratos a mamá ahora los estoy pagando, condenado a estar para siempre es esto» .

«-Mira mamá, como llora aquel payaso» , «-Es tan gracioso, muy patético, pero ten esto para un pan» frases como esas escucho cada día de mi vida, cuando en aquel parque donde siempre voy, donde siempre duermo y vivo, hago mi número. A unos les parece bueno, a otros los ofende por alguna razón, pero para todos solo soy un miserable más.

Mi mascara de payaso que yo mismo me hago y que por la constante practica he perfeccionado, se va recorriendo, algunas veces cuando brotan de mis ojos lágrimas tan espesas que dejan una enorme huella en mi rostro, y es ahí cuando un niño grita: «mira mamá, como llora aquel payaso», las veces que no puedo contener mis lágrimas es cuando veo a chicos con traje, a señoritas con su uniforme de un trabajo digno, cuando veo que son felices viéndome sufrir, (o al menos es por lo que creo que se ríen de mí). Entonces tengo que disimular diciendo o haciendo alguna gracia, para que no sientan tanta lástima por mí y crean que todo es planeado.

«Señoras y señores, jóvenes y señoritas los invito a ver mi número; estoy bailando ¿lo ven?, miren esta maniobra en un solo pie, ríanse de mis chistes no de mi apariencia, ni de mí» promociono mi número, deseando gritar a todos que no son mejor que yo, queriendo decirles que sí, que tal vez soy miserable pero este oficio me ha salvado muchas veces del hambre y en otras ocasiones del frío, queriendo llorar a cantaros y gritar un «lo siento» a mamá que por culpa de mí ya no está, queriendo escapar de este tipo de trabajo y conseguir uno mejor hasta llegar a ser un profesional; pero me contengo después de unos segundos, pienso que solo haré el ridículo, entonces olvido por completo que puedo merecer algo mejor. Pero cada día hay menos gente, cada día el dinero es menos, entonces me toca esforzarme más para conseguir dinero.

He pensado en robar muchas veces, cuando siento tanta hambre que no la puedo soportar, pero me detengo y pienso que eso no sería honesto y prefiero mil veces seguir así a cometer algún mal o a decepcionar a mamá que ahora está en el más allá.

«Esto no es una oficina, no haces mas que estorbar, lárgate de aquí», «no te sientas aquí, vete», «esto es una acera pública, lárgate o llamaré a la policía», «Si no obedeces, la próxima vez te encarcelaremos», frases de gente, que supuestamente tienen razón y conciencia, frases como esas lastiman cada día, pero no los culpo, pues yo mismo, muchas veces no me agrado. El problema es que sigo aquí y no me supero, por mucho que busque, por mucho que quiera largarme para siempre de esto no puedo, es esto o nada, y nada significaría que la muerte me llevara, pero por alguna razón no lo deseo, en la mayoría de veces no, creo que hay algo que me dice que voy a salir adelante.

La parte más dura de todo esto es que no te das cuenta cuánto tiempo has recorrido en las calles. Lo que más me lastimó fue que no pude siquiera acompañar a mi madre en su último día en la tierra. Me enteré a los dos días de que falleciera por culpa de cáncer en sus huesos, alcanzando a llegar precisamente a su entierro, a ese momento tan inmensamente duro, cuando quieres irte con ella, cuando te empiezas a culpar de lo que has hecho, cuando empiezas a maldecirte por haber sido el peor hijo que ella hubiese tenido, por ser una completa miseria y desde ese mismo momento, aunque sientes el cajón frío y duro donde ella se encuentra, la empiezas a extrañar y lloras desconsoladamente, gritas y maldices, encuentras sentimientos y el más dañino dolor, como si tu corazón se estuviera diluyendo, como si tu vida se fuera con ella; y te tienen que separar agresivamente del ataúd porque ya es momento de que se marche.

«Creo que sentir todas esas emociones en un solo momento, me convirtieron en alguien que ya se conformaba pero que tenía esperanzas de superarse; y aunque había buscado en cada rincón, en cada espacio donde me ofrecieran salir de esta vida, de este oficio, no lo hallaba, no lo encontraba. Y ya me sentía cansado, demasiado como para seguir buscando algo que no iba a llegar, estaba envejeciendo en la mitad de mi vida.»

«Señor Ken, muchas gracias por compartir su historia, he observado su actuación minuciosamente y déjeme decirle que la combinación de un payaso que tiene en su mirada tristeza, es de bastante gusto hoy en día para una nueva novela, ¿quisiera publicar usted su vida y trabajar para mí?, poco a poco irá aprendiendo.»

«Entonces es ahí, el momento que te das cuenta de que todo lo que se ha soñado y practicado en la vida se cumplirá.»


Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS