La fábrica de Laborde y Labayen fue una industria cepillera, que se dedicaba a la fabricación y comercialización de toda clase de cepillos, para limpiar zapatos, cepillado de ropa, uñas, suelos y también algunos cepillos industriales empleados en las fábricas papeleras para la limpieza en las máquinas del papel. Estaba situada en nuestro pueblo justamente enfrente de la Plaza de Toros. Era muy curioso, pero todos los días a las ocho en punto de la mañana sonaba la sirena, lo mismo que a las 12 del mediodía, 2 de la tarde y seis y media. Como estaba enfrente de la Plaza de Toros, era como el clarín que cambiaba los tercios de las corridas.
Los días laborables era un verdadero espectáculo ver a todos los trabajadores corriendo para entrar a la hora en punto para disponerse a ocupar sus respectivos trabajos. Algunos volaban porque no llegaban y otros iban como haciendo el paseíllo para comenzar la faena.
Mi familia vivía justamente enfrente, por lo que les era muy fácil acceder al trabajo.
Mi tía Gracia era la encargada, por lo que repartía los respectivos trabajos.
Los hombres se ocupaban de las tareas más duras y complicadas, como la máquina de cortar las tablillas o sierra, montaje, puesta a punto de las máquinas, etc.. Mientras que las mujeres se enfrentaban con las tareas de la fabricación de los cepillos y de pedalear algunas máquinas para obtenerlos.
Siempre donde hay un colectivo de trabajadores, hay pequeñas o grandes envidias entre ellos. Unos tienen buenas cualidades y trabajan con habilidad, mientras otros lo hacían más chapuceramente.
Entre los hombres pasaba igual, por lo que había profesionales de 1ª de 2ª y también de 3ª.
Los de primera, además de buenos trabajadores, eran imaginativos y sacaban el máximo provecho de las máquinas, las cuales estaban ya algo anticuadas.
La tecnología era alemana, pero la maquinaria estaba ya algo envejecida, así que los alemanes eran nuestros competidores, debido en parte a su moderna maquinaria así como también a su destreza y habilidad, tanto en perfeccionamiento como en ingenio.Claro, los sueldos tampoco eran comparables, pues al ser la maquinaria más moderna ellos con el mismo esfuerzo hacían más producción.
De este colectivo de hombres y mujeres, salieron muchas parejas que llegaron a casarse y tener su propia familia. Los sueldos eran muy bajos y a duras penas podían sostener su descendencia.
Eran los difíciles años de la postguerra y toda mi familia trabajaba en esta factoría. Era lo que se decía imprescindibles en la ejecución de sus respetivos trabajos. Los más cotizados eran los cepillos para papeleras muy grandes y que solamente se podían coser a mano. El cilindro era de material de cemento y estaba taladrado con agujeros uniformes, en ellos había que introducir agujero por agujero el pelo necesario. Se trataba de pelo de cola de caballo. Este pelo, se lavaba minuciosamente y después de su secado, las oficialas lo iban recortando al mismo tamaño, haciendo paquetitos iguales.
De ellos iban sacando montoncito a montoncito y con un ganchillo especial lo iban introduciendo en los agujeros. Debían ser totalmente uniformes. Mi tía Grassy era la mejor especialista en este menester, tanto por su destreza, rapidez y perfección.
Recuerdo a mi familia siempre unida, éramos un clan, poco a poco todos se han ido yendo, pero mi recuerdo y amor hacia ellos nunca olvidaré. Puedo comunicarme con ellos y a nuestra manera , nos contamos nuestras cosas, las cuales han cambiado mucho, pero que en el fondo estén donde estén seguiremos unidos, siendo una gran familia hasta la eternidad..
Más adelante, con grandes sacrificios y esfuerzos, mis tíos varones montaron por su cuenta un taller de cepillos, primero en un local pequeño y oscuro, pero gracias a su inventiva con una maquinaria más actual y progresiva. Más tarde, este pequeño local se convirtió en una pequeña industria, LA CEPILLERA VASCONGADA, años duros los de mi familia, así como otras muchas que intentaron sobrevivir, así poco a poco fueron levantando el País hacia la modernidad.
Hoy desconozco donde se fabricarán toda esta clase de cepillería, porque al dejarnos, no me he preocupado de la parte industrial que irá adelantando y progresando como otras actividades. Solamente me importa el recuerdo de aquellos sacrificios.
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