Una carrera de 50 euros

Una carrera de 50 euros

Javier Vidal

26/03/2017

Yo pagué por la mía 135.000 euros, contantes y sonantes…y a toca teja, ¿eh?Que para eso uno es ahorrador. Luego está el tema de los que se la alquilan a los que la han alquilado previamente que a su vez se la alquilaron a otros y así hasta que uno ya no es capaz de saber quién se encuentra en la cima de la pirámide. Un segundo, que me voy a echar lo más que pueda a la acera para ver si alguien levanta la mano o silba para hacerse con mis servicios. Porque si señora, uno trabajó mucho y hasta llegó a mear en una botella de Bezoya que guardaba debajo del asiento del conductor para que nadie pusiera caras raras en caso de ver el líquido amarillento meneándose de un lado a otro cada vez que pillaba un poco fuerte una rotonda. Eran otros tiempos.

Los días de lluvia son los mejores y aprovecho para parar en Can Moscas y tomarme una Mahou (sin alcohol, eso si) y ver qué es lo que se cuece entre los colegas que desconfían un poco de los extranjeros aunque cada vez seamos más. Yo acepto a todos pero no puedo con los marroquíes. Perdón, me llamo Andrés Felipe y ante todo soy colombiano, católico, calvo y más cosas que empiezan con c y que desvelaré un poco más tarde.

¡Maldita alopecia! mira que mi padre tenía pelo…y mis cuatro hermanos, todos varones, tienen buena mata. No puedo reprimirme. Es entrar en el taxi y me tengo que revisar la cabeza. Muevo un poco el retrovisor con la mano para evitar que la luz del sol incida directamente contra el cristal e ilumine en exceso el reflejo de mi obsesión. ¡¡MALPARIDA!! Esta gonorrea capilar tiene los días contados porque me voy a Turquía el mes que viene con la parienta a ponerme pelo, que para eso tengo bien de «lucas» ahora.

Y se lo debo a la clientela fija . Lo de Uber no lo he notado tanto. Es más por quejarnos y evitar que la Colau nos toque los cojones con las tarifas…eso si, lo del aeropuerto me hizo un buen descosido. De ciento veinte que solía cobrar por cargar a un par de americanos «despistaos» ha pasado a treinta euritos que no dan pa mucho pero bueno, como saco el combustible a precioputa en la gasolinera Lecrec de Hospitalet, ya ajusto.

Un momento que me llaman al móvil.

– Si.

-…

– Ah, Javi. ¿Qué tal?¿Dónde?

-…

-Venga, estoy ahí en quince minutos.

Perdón. Como les iba diciendo el negocio va viento en popa. Este que me acaba de llamar es un habitual al que le gusta la mandanga más de la cuenta. Yo creo que está enganchado. Es escritor y al parecer lo necesita para concentrarse delante de la hoja en blanco. Antes de ayer le recogí en el Passeig de Gracia y me contó que se había apuntado a un concurso de escritura «online» y que esta vez se llevaría el primer premio dotado con mil euritos y que si su casero le reclamaba varios meses de alquiler y que eso le sacaría del apuro. No tiene un peso pero eso sí, a mi me paga siempre en efectivo. Yo no fío.

Reviso que está en la guantera, me ajusto el cinturón, abro la ventanilla para que el airecito me de en los morros, digo mis oraciones para encomendarme a la santa madre patria:

Te llevo con amor en mi corazón,
En tí amo todo lo que me es querido;
tus glorias, tu hermosura, mi hogar,
las tumbas de mis mayores,
mis creencias, el fruto de mis esfuerzos
y la realización de mis sueños.
Ser hijo tuyo, es la mayor de mis glorias.
Mi ambición más grande
es la de llevar con honor
el título de Colombiano,
y llegado el caso,
Morir por defenderte.

Le doy un trago a la petaca (hoy es viernes), toqueteo en mi sistema Rockford con pantalla de 18 pulgadas y un montón de botoncitos que no sé ni para que sirven, cigarrito al canto, pongo un poquito de Frankie Ruiz para darle almíbar a la vida y hago rugir mi bólido. ¡Sabrosura, carajo! Hay que perdonar rápido, besar lento y vivir con intensidad y a poder ser tener un carro como este. Soy un tipo afortunado, lo reconozco.

Bueno, ahí está Javier esperando en la esquina con Gran Vía. Qué mala pinta tiene el parse. Detengo el coche. Abre la puerta.

– ¡Hola, Andrés!

-Como vas, amigo.

-Bien, bien. A tope, ya sabes. La literatura me ocupa todo el tiempo. Es un castigo.

-Ya, ya. Bueno, uno me dijiste, ¿verdad?

-Si, si. Uno.

Javier me desliza un billete de cincuenta por debajo del asiento. Yo le paso una bolsita cerrada cuidadosamente con una tira de plástico de color verde. A veces, para motivarme, pongo lazos con la bandera de Colombia o intento realizar el intercambio lo más rápido posible. Mi récord son doce segundos. El taxímetro no marca ni cuatro euros.

-Esta es muy pura así que vete con ternura, parse.

– Si, si. Hoy tranquilidad.

-Pues te dejo aquí.

– Gracias y cuídate.

-Tu también.

Cierra la puerta. Llevo quince gramos vendidos ya. La vida es un carnaval y mi taxi el pasaporte con ruedas a una vida mejor. Hoy he trabajado cuatro horas. Cuatro. Estoy reventado.Y luego dicen que hay crisis…

Acelero.


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