Mi trabajo anterior había sido…libre, creativo, pero en tantas ocasiones la economía marca un antes y un después y se me presentó éste…así por las buenas. Más de una vez y más de cuatro mi familia y amigos me insistieron que era una plaza sin ruedo, que la tarea fuera la que fuera ya tendría su aspirante, que nadie te da una oportunidad a ti sin conocerte cuando hay tanto conocido en paro.

Mi formación…la enseñanza, mi vocación docente y casi se suponía que iba a ser mi profesión pero…a personas con retraso mental….no me imaginé en esos momentos que sería capaz de intervenir en ese otro mundo que se me abría espontáneamente y que se presentaba como al menos especial. Y fui capaz porque de repente entendí porque se hablaba de personas con capacidades diferentes, y paralelamente no comprendí porque se trataba a determinadas personas con discapacidad intelectual como incapaces.

Se adivinará que me aceptaron, que pasé la selección y no por méritos propios ni por competente si no porque creyendo en la causalidad y en el destino…no podía ser de otra manera; y me introduje en un grupo dependiente al que iba a enseñar a ser independiente, y quizás hubo un contrasentido y…ahora soy yo la enganchada a ellos. Receptivos, maestros, personas sinceras…quizás les falta algo…no son creativos en su mayoría pero ese sería mi objetivo aunque quizás no el proyectado, por la entidad a la que de repente me sumé en su plantilla.

Crear pensando…¡que difícil se me hacía ajustarlo en un programa y que fuera evaluable! para el chico que apenas sabía leer podría sugerirle componer un dibujo expresando el sentimiento que produce una determinada melodía ¿y el valorarlo?…simplemente accediendo a esas peticiones absurdas sería un punto positivo, el conseguir que expresara algo con un lápiz y luego continuaríamos expresando por otros cauces… para él que se quedó atrás por incomprendido dejaría que continuara un relato a través de una frase que no tuviera cabida en esa memoria enquistada de buenas y malas experiencias…todo tendría que ser nuevo y enmarcarlo en talleres convencionales como habilidades sociales, comprensión lectora e incluso técnicas de información. ¡Arduo curro! y más complicado se ponía la cosa cuando ante la felicidad, el respeto y la flexibilidad más de una vez se me dio la oportunidad y la amenaza del despido_. «No se siguen pautas, no hay normas»._ o _»Si no se puede centrar un objetivo en un resultado concreto, no hay programa»_Y lo más fuerte_ «No es una amenaza es una advertencia, si no se encuadran las reglas, dejaras de pertenecer al Centro»_

Todavía tengo el miedo en el cuerpo y en el espíritu, me sentía mal por ello porque rompí en su tiempo con las cadenas de la convencionalidad, perseguí el riesgo y la libertad como forma de vida y ahora…me había atrapado en la satisfacción de la labor social bien hecha, de la pura pedagogía, de esa que se exterioriza en la calle, de la comunicación, de la enseñanza con mayúscula…y a lo mejor hasta soltaban mi cadena como si fuera un lastre. Tal vez se imponía que fuera un entorno profesional como todos: típico, inflexible, disciplinar, cotidiano, jerárquico… inseguro.

Pero mientras tanto pasaron y pasan los días, todo es un regalo como cuando conseguí que Carlota rompiera la foto de un asesino alzado en su protagonismo por los medios, en esos momentos reconocí al amor sin reservas, ella le veneraba y reconocía esa pasión no racional pero sabía traspasar los límites de la cordura y eso tenía un precio. Completamos su cartera con otras imágenes banales y ahora suspira menos pero más hondo, tranquila…

¿Y cuándo Hernando habló? Ahí se jugó mucho a una carta…le amenacé, le propuse cambiar de escenario si no articulaba palabra, no era sordomudo, no tenía problemas lingüísticos…¿por qué por un momento no podía traicionar a su libertad y…hablar? Y lo hizo, lo hace…y comenzó con palabras malsonantes…y que importaba? Tampoco yo ponía normas estrictas para sancionar al que dijera «palabrotas» y a Hernando le habían conquistado estas grandes construcciones léxicas, en su mundo silencioso.

También colaboré a que Lola a sus 50 años quisiera romper la hucha de la seguridad y bienestar y comenzara a disfrutar de los viajes y de los caprichos. Ya no tiene ahorros casi, pero su cara irradia felicidad. También se estrenó en la creación y disfruta escribiendo pequeños relatos que le permiten ensoñarse en lo que podría ser y no lo fue. Tantas anécdotas, hechos, memorias podrían adornar una novela surrealista.

En fin…esta es parte de mi vida, un fragmento del diario de una docente que quiso o pretendió cambiar la realidad y que por el momento le permitían que se lo creyese en algunos retazos de ficción

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