El hombre salió a la calle a los gritos, revoleando una botella de cerveza que fue a dar contra la luz de mercurio y reventó en el asfalto húmedo. El foco se bamboleaba, y luces y sombras se alternaron, iluminando y escondiendo los rincones de la noche. Por fin todo quedó quieto, también el hombre, que ahora estaba arrodillado y apretaba los dientes, los ojos y los puños. Poco a poco una fina llovizna le fue mojando la cabeza y los hombros, pero parecía no importarle, y comenzó a agitar los brazos en el aire mientra decía palabras que más tarde tal vez recordaría. Por último, se tiró en medio de la calle y se quedó dormido.

…y no sé todavía cómo me decidí a venir, pero no aguanto más. Desde que perdió el trabajo empezó a no ser el mismo. Lo declararon prescindible después de veinte años vio, y a esta edad es muy difícil encontrar algo digno. Al principio compraba el diario y salía temprano a buscar algo aunque fuera temporal, pero el tiempo pasaba y nada. Y sí, alguna cosita hacía, alguna changuita, pero no era suficiente, y con lo que yo ganaba no alcanzaba para nada, imagínese. La cuestión es que empezó a

Soñó con unas arañas negras y peludas que le subían por las piernas. Gritaba pero no servía de nada, porque no le salía la voz, sólo abría la boca con desesperación. Entonces una bruma espesa nubló el sueño y por enésima vez se le apareció la mujer que lloraba, lloraba y lo miraba suplicándole, luego comenzó a caminar hacia atrás, entre la bruma, y mientras la mujer desaparecía, una cortadora de pasto se metía en el sueño, persiguiéndolo con sus cuchillas filosas y cromadas. Cuando abrió los ojos, tenía el Peugeot casi encima, frenó a unos centímetros haciendo chillar las gomas. Se sentó restregándose los ojos, mirando el auto como si viniera de otro planeta.

– Borracho y la puta que te parió, ojalá te hubiera pasado por encima lacra – le gritó el del Peugeot mientras lo esquivaba y lo escupía por la ventanilla.

– Andá a cagar – contestó a media voz. Cuando el auto se alejó, miró el cielo. Estaba estrellado y una luna llena asombraba la noche. Ya no lloviznaba, la calle estaba seca y un olor a limpio flotaba en el aire.

no salir a la calle prácticamente, y yo pienso que no es bueno que un hombre esté tanto tiempo en la casa, no, porque empieza a imaginar cosas raras. Cada vez que llego de trabajar me hace mil preguntas, como desafiando, vio, qué sé yo las cosas que se le pasan por la cabeza… ¿Que si siempre me pegó? Nooo, antes no, era un hombre bueno, pero cuando perdió el trabajo, como le decía, empezó a tomar cada vez más, y ahí comenzó, primero

Como pudo, se levantó y entró en la casa. Recordaba vagamente lo sucedido e inconscientemente lo prefería así. La intensa resaca no lo dejaba pensar con claridad. Se sacó la ropa húmeda, se tomó una aspirina y se tiró a dormir. Al principio le costaba distinguir entre los sueños y la realidad. Sabía que algo terrible había pasado, pero prefería no recordar bien qué. Se durmió pensando en Laura, en sus ojos tristes, su voz cansada, en su cuerpo de mujer entera, y él qué, él qué, nada.

un empujón, después una cachetada y al final los puñetazos. Ahora tengo miedo de que me mate, y tengo miedo también por el nene, aunque a él nunca le hizo nada. Hace tiempo que sé de este lugar, pero es tan difícil, porque yo lo quiero sabe, no quiero dejarlo. Si tan sólo consiguiera un trabajo, creo que todo sería distinto, como antes. Hasta en la cama ha cambiado, antes me deseaba, pero ahora ni me habla, ni me mira, trata de hacerme creer que está dormido, pero yo sé que sufre. En fin, tengo tantas cosas para contarle, pero ya la aburrí bastante con

Cuando despertó, se sentía mejor. Decidió bañarse para relajarse un poco. Pensó que el agua caliente le iba a hacer bien. Al entrar al baño, vio el cable por primera vez, ahí, en el botiquín, el del secador, cierto, Laura me dijo que se había cortado, lo tengo que arreglar, pensó.

mi historia, no? Usted debe estar harta de escuchar las mismas cosas, los mismos dramas. Le agradezco mucho por haberme recibido a estas horas. Voy a casa de mamá a buscar a Marquitos y no sé qué voy a hacer, si volver esta noche a casa, o mañana, ya sé que usted no quiere que vuelva, pero me fui así, sin decirle nada, tengo que hablar con él, no está bien. Gracias por escucharme Silvia, sí, quédese tranquila, voy a venir a contarle cómo me fue. Adiós y gracias de nuevo.

Ya en la bañera, cerró los ojos y recordó lo que no quería recordar. Los había visto alejarse a través de la cortina de la ventana. Se va a dar vuelta, había pensado, aturdido por el alcohol. Pero Laura había seguido con resolución hacia la esquina, con Marcos de la mano. Caía una llovizna muy fina, y las dos siluetas se dibujaban grotescamente en el asfalto brillante, agigantadas por la luz de la calle. Abrió los ojos y vio, al vuelo, el cable del secador. Y él había salido gritando, y había visto cómo desaparecían hasta doblar por Luzuriaga, mientras gritaba cosas como no te vayas guacha, adónde pensás ir sin un mango, andáte si querés pero no te lleves al chico hija de puta y otras por el estilo que ahora recordaba. Después miró su pene en el agua. Entonces, como si estuviera predestinado, alcanzó el cable, despegó los dos polos más o menos unos diez centímetros, se ató el pene y los testículos retorciendo las dos puntas peladas del cable entre sí, y lo enchufó.

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