El trabajo que soñaba

El trabajo que soñaba

Carlos Perkinson

12/03/2017

Cuando se inscribió en la Cruz Roja, se imagino salvando vidas, devolviéndole la esperanza a los heridos, trayendo un poco de paz a las miserias que acompañan la guerra. La guerra que decir de la locura que encierra, despertando en los hombres la capacidad de realizar armas sofisticadas con la intención de aniquilar al enemigo, sin detenerse a saber quien es ese rostro que caerá víctima de la metralla, arderá bajo el fuego de un lanzallamas , o la invención de gases tóxicos cuyos efectos tan devastadores en la primera gran guerra hicieron que hasta los mas endemoniados consideraran que era una atrocidad.

Nada de esto soñaba cuando con mucho esfuerzo se alistó y luego deambulaba por las salas de los hospitales de campaña en la retaguardia de Siberia. El lamento de los heridos, no lo calmaba ni la morfina, los que morían eran sustituidos por los que llegaban doblándolos en número, es así que el olor de carne quemada, las pestilencias, los gritos de dolor y las lágrimas de cuerpos y jóvenes desechos solo aumentaba.

Su sueño de niña era ahora como una pesadilla, muy poco era lo que podía hacer para aliviar tales padecimientos, los acompañaba en su dolor y los veía partir, a esa tierra de nadie, esa de donde no se vuelve, pero tampoco se sufre mas la miseria humana. Hasta la llegada de Héctor, lo había podido llevar, no quisiera decir que el sufrir de un extraño duele un poco menos que el de un conocido, pero es así y también lo es que más duele ver sufrir a quien hubiese sido en un momento su amor infantil, su sueño de una vida juntos, su razón para tener esperanza, su propósito.

Le vio estaba con dos vendas por encima de las rodillas llenas de sangre y donde debía estar un brazo, un pequeño muñón mostraba indolente lo terrible de la guerra, la mayor parte del tiempo Héctor gemía, con la poca fuerza que le quedaba, mientras que solo al perder el conocimiento, su rostro asomaba una pequeña mueca disimulada de paz. Ella le dedicaba todo el tiempo que le era posible y en sus descansos se sentaba a su lado, él la reconoció y rompió a llorar, ella le abrazó y él como pudo le susurró un corta frase al oído.

Al principio no podía dar crédito a sus palabras, pero poco tiempo le tomó saber que debía hacerle caso. La noche siguiente se acercó a su cama él no dormía, sus ojos estaban abiertos grandes y brillantes, veía que un ángel venía a rescatarlo de su dolor, ella con lágrima en los ojos se acercó, le dio un último beso y luego le ayudó a dormir para siempre, su rostro recuperó la paz que no lograría nunca al estar consciente. Otro soldado vio, lo que sucedía, no dijo nada, ella sintió que se le erizaban los pequeños vellos de la nuca, volteó y se encontró con su mirada, se sintió indefensa, descubierta, asustada, no pudo volver a dormir. En su siguiente ronda como pudo el soldado la llamó, ella acercó su oído y él le suplicó, ayúdame a mi también .

Recuerda sus sueños de niña, enfermera, aliviando el dolor , sembrando esperanzas, salvando vidas, pero es que la vida y los sueños son cosas diferentes y este nuevo oficio que el destino le trajo, sin duda nunca fue lo que soñó.

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