Suelo pensar a la muerte como una especie de camino que cae vertical y suavemente sobre la tierra, y se abre por un instante comunicando así al mundo celestial con el mundo terrenal, imagino algo así como un camino tubular de gran longitud pero de corto trayecto, por el que pasa un alma más que por cosas de Dios debió abandonar su forma humana en un indeterminable momento.
Han pasado mas de dos meses desde que mi abuelo hizo este recorrido, que supongo hubiera querido hacer más adelante, para sentirlo presente trato de recordar su voz mentalmente; al mismo tiempo y en medio de esa amnesia selectiva de la que sufro intento hacer mi mayor esfuerzo por recordar las palabras y sabios consejos que con mayor frecuencia me repetía.
En mi tiempo libre me siento a pensar en un sinfín de cosas, comienzo por tejer pequeños recuerdos, y cualquiera sea el camino que tome termino por traer a mi abuelo a mi nube de pensamientos en algún momento.
Desde que se fue es imposible no recordarlo, sobre todo pienso en lo difícil que debió ser para él llevar el timón del barco de la familia, un timón que llevaba de la mano de mi abuela, solo que ella a diferencia de él lo hace con el corazón, él lo hacía con la razón. Creo que de ahí salía la importancia de intentar que todo lo que dijera fuera acertado y bastante racional, y es que casi siempre que me hablaba decía cosas a las que yo mentalmente respondía: ¡tiene razón!, solo que nunca se lo decía; aunque paradójicamente cuanto menos se esforzaba por sonar sabio y preciso, más lo lograba.
Cuando estoy en la calle hay algún lugar que me lo trae a la mente, y de ahí sigo recordando vivencias, de esas que uno cuenta en las reuniones familiares y al final; o todos se rien o se ponen un tanto nostálgicos. Con mi abuelo era mas probable lo primero, tenía la extraña habilidad de decir cosas en tono bastante serio pero finalmente causaban bastante gracia, aunque no siempre fue así.
La templanza era quizá la cualidad humana que más lo caracterizaba, tanto fue así que a veces era una cualidad y a veces era un defecto, creo que esto fue lo que mas aprendió en el ejército nacional, cuando prestó el servicio militar, siempre narraba con orgullo su paso por esa institución. Ese carácter a veces un tanto duro, siempre se mantuvo firme en él, especialmente cuando más tenía que lograr que sus hijos tuvieran un padre ejemplar, y ahora ese logro, producto de su fuerte personalidad, es evidente en mi diario vivir.
Su importancia en la vida de la familia es tal que cada vez que venía de viaje con mi abuela a Bogotá (ciudad en la que vivo), lograba que siempre que estaban presentes el ambiente hogareño se incrementara en gran proporción.
Tenía también un atractivo artístico, con el que nos entretuvo siempre, pero en especial a mi sobrino, quien conoció la guitarra gracias a él, su gusto por tocar este instrumento y por la música de cuerda en general siempre fue fuerte y profundo.
Esto lo vi reflejado con tierna emoción al volver a ver los álbumes fotográficos de la casa de mi abuela, se necesita un amplio cajón para poderlos guardar. Creo recordar un total de doce álbumes, y en cada una de sus páginas está registrada la historia de al menos tres generaciones, ahora con la reciente partida de mi abuelo, viéndolo en las fotos me cuesta no pensar en él como un viejo sabio, algo así como un primer ancestro, dentro de la larga lista de muchos que no conocí.
Viendo aquellos álbumes y esperando encontrar algo interesante, recuerdo una foto de él, en la cual tendría, según mi abuela, unos quince años, los alcances tecnológicos que rodeaban a la época saltaron a la vista: Es una fotografía monocromática, y por una razón que no entiendo me es difícil comprender la vida de esa y otras épocas anteriores en tonalidades distintas a los grises que produce la mezcla del blanco y negro. Veo esa foto y acto seguido, pienso en lo diferente que él y yo vimos la vida a esa misma edad.
Mis abuelos y yo nacimos en lugares, contextos y tiempos tan distintos que muchas cosas de las que vivo a diario no hubiesen tenido lugar en el pensamiento de ellos; y viceversa. Una de las cosas que mas me sorprende es el matrimonio a una edad tan temprana, ellos al hablar del momento de sus vidas en el que pasaron por la juventud decían que era bastante normal casarse a edades entre los 17 y los 20 años. Cuando al día de hoy pareciera que las relaciones de pareja son poco duraderas y estables, y que cuanto más pasa el tiempo menos las personas quieren comprometerse, ellos lograron vivir cincuenta años de matrimonio, y algo más. Hablar del matrimonio es sin duda el aspecto que más marca nuestra brecha generacional.
Pero no en vano es que gracias a la fuerza de esta unión hoy somos una numerosa familia, y podré decirle a mi sobrino que su bisabuelo fue una persona llena de valores y grandes virtudes en cada intachable paso que dio a lo largo de su vida.
De cabello blanco, pero en tiempo de maxima resolución y amplia gama de color, solo merece ser recordado como una grata persona, cuyas arrugas son análogas a todas las cosas sabias que constantemente decía sin errar.
Nos dice Debray que: “La imagen no posee una estructura sintáctica ni gramática, por eso no puede ser traducida en palabras, no es una lengua”. Es por esto que la imagen de sus canas no puede ser contenida en ninguna descripción textual, pero para dar una aproximación las comparo con el inevitable paso del tiempo que sé, le dejo tantas enseñanzas como historias que contar, y a nosotros sus descendientes, anécdotas que recordar.
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